viernes, 21 de mayo de 2010

El drama [fragmento]



- El drama siempre es individual –dice Alberto Sancevá–. Lo otro no pasa de noticia más o menos incómoda dependiendo de su proximidad o lejanía, sirve de argumento en contra o a favor de nuestro posicionamiento previo, nos invita a reflexionar o acompaña nuestra cena como una música a la que apenas prestamos atención.
En este punto de la conversación, se afloja la corbata, se mira las uñas, se rasca la barbilla en actitud filosofal. Imposible negar que se encuentra en su salsa.
- La vida –continúa– solo es conmovida por la propia vida y la vida plural no es más que una entelequia. Estoy por decir que el otro no es más que una entelequia. Lo asumimos como real en la medida en que podemos cederle alguno de nuestros atributos, vía genética o vía sentimental. Es la manera con que la naturaleza nos protege del horror, ¿entiendes? Esta indiferencia más o menos generalizada actúa como escudo frente al Mundo. Por eso es posible leer sobre los atentados suicidas perpetrados en Rusia y acto seguido reír de un chiste que nos acaban de contar. No somos insensibles, sino supervivientes.
- De acuerdo –admite Nuria Tamena–, pero hay una cosa que no me queda clara. ¿Y si la indiferencia no afecta solamente a eso que, muy científicamente, has decidido llamar “lo otro”? Me refiero: ¿y si uno siente indiferencia hacia sí mismo, además de hacia esa otredad tan de otro tiempo? Dime: ¿y si no encontramos ni tenemos ese alguien al que poder ver y tratar como real, genética o sentimentalmente hablando?
- Acepto, como buen deportistas que soy, la pulla. Esto que propones, en el fondo, es un disparate. Esta indiferencia de la que hablas es mera estética, es jugar a ser Onetti y te advierto, querida, que la versión femenina del uruguayo puede ser espantosa.
- Al final, todo lo reduces a literatura –protesta Nuria Tamena mientras se sirve un poco más de vino y aprovecha el gesto para mirar la hora–. Eludes ciertos dramas muy reales. Aun en estos tiempos, tan supuestamente evolucionados, se abusa de ese hobby consistente en despojar a la mujer de su amor propio. Los varones sois muy dados a ello, y no hace falta que pongas esa cara de macho ofendido. Sabes de qué hablo.
- Tu querencia por el drama es preocupante –ríe Alberto Sancevá ya con varios botones de la camisa desabrochados­–. En fin, espero que no haya sido una indirecta. En tal caso, debería decirte que te creía más elegante. ¿Temes algo?
Nuria Tamena apura la copa de vino y la deja a un lado. Se inclina hasta que su nariz casi roza la de Alberto Sancevá. Sonríe, bebe su aliento de jornada laboral, el perfume ya leve a estas horas de la noche, y lo atrae hacia sí sin esfuerzo.
- Temo que no me hagas el amor como me gusta. Temo formar parte de esa categoría llamada “lo otro”. Temo que te tengas que ir enseguida.
- No debes preocuparte –dice Alberto Sancevá–, todavía tenemos una hora.


(40 minutos después)


- ¿Nos veremos el fin de semana? –pregunta Nuria Tamena, de nuevo vestida, medio cuerpo fuera de la habitación.
- ¿No te lo dije? El viernes viajo a Madrid. Hasta el martes no estaré de vuelta. Si quieres te paso una foto mía, para que no me eches tanto de menos.
- Eres imbécil.
Y se marcha sin aclarar si su enfado es fingido o real. Lo más probable, piensa Alberto Sancevá, es que beba de ambas fuentes, la teatral y la sincera. ¿Acaso, alguna vez, se dan en estado puro ambas fuentes? Estirando más la cuerda: ¿puede separarse el ser del actuar? ¿No es la sinceridad una forma sutil de lo teatral?
Así podría pasarse la noche entera, pero no es cuestión, entre otras cosas, porque en media hora tiene que verse con Jaime Castell en el Txacoli. Salta de la cama y se dirige a la ducha. Por circunstancias varias, llevan posponiendo la cita algunas semanas. ¿Cómo ha podido resistir el mundo? Que los dos amigos, con sus charlas filosófico-literarias, enderezan el rumbo de la humanidad entera es un axioma sobre el que no cabe discusión alguna.