martes, 22 de octubre de 2013

Breaking bad & DFW

Finalmente, caí. Varias personas me hablaron bien de la serie y caí. Supongo que me hago mayor. Lo cierto es que estoy a punto de finalizar la segunda temporada de Breaking bad. Y sí, la estoy disfrutando. Hace unos días, le oí decir a un editor que uno de los grandes enemigos de la literatura era la cadena HBO, en alusión a la gran calidad de las series norteamericanas. La gente prefiere sentarse frente al televisor y ver un episodio de The Wire o Homeland antes que abrir un libro. Es posible. De todos modos, creo que erró en el tiro. Son otros los enemigos, pero no me siento con fuerzas para elaborar la teoría de la conspiración en que estoy pensando. En mi opinión, series como Breaking bad inspiran, al menos, a mí me inspiran. Más de uno (y me incluyo en la lista) podría aprender de estos guionistas en lo tocante a manejo de la intriga o tempo de la narración. Por otro lado, en ocasiones, el visionado de estas series genera diálogos entre ellas y los libros que andamos leyendo. Tales diálogos son enriquecedores. El otro día, sin ir más lejos, sorprendí a mi mente (ese irresponsable y a menudo incontrolable ratoncillo metomentodo) elaborando paralelismos entre la obra de David Foster Wallace y la serie en cuestión. Sin mucho esfuerzo, las similitudes saltaban alegres ante a mis ojos. Ignoro si alguien ya ha hablado del tema. Tiene que ver con el manejo de la ironía, la dosis justa de visión alucinada, el gusto por el detalle en apariencia banal y el imprescindible espíritu de esparcimiento.

ULTIMA HORA, 22/10/13