jueves, 24 de noviembre de 2016

Felicidad lectora (breve apunte)


Leo el primero de los relatos que conforman El cerebro musical, de César Aira (lectura recomendada por Nadal Suau en la cena que siguió a la presentación de El vol de la cendra, de Joan Payeras) y una sensación de felicidad me embarga por completo. Esto hace que recuerde la primera vez que leí al argentino. Se trataba de su novela Cumpleaños. Ya entonces su lectura me hizo feliz. Hablo de felicidad lectora, no siempre coincidente con la lectura de lo que podríamos considerar buena literatura. Es un concepto extraño, que manejo con dificultad. La felicidad lectora suele ir acompañada del impulso de escribir. Puesto que no tengo nada en marcha, recurro al apunte. No hace mucho, creo que el año pasado, tras la lectura de una novela de Richard Brautigan, anoté lo siguiente: “El placer que me producen los libros de Richard Brautigan me recuerda al placer que siento cuando voy a cenar a un restaurante hindú. Esto quiere ser una declaración de amor. Mi aspiración como escritor: lograr que alguien se sienta así de feliz al leerme”. De nuevo aparece la felicidad. Sin pretenderlo (empecé a escribir sin tener claro a dónde quería llegar), he emparentado a Brautigan con Aira. ¿Tiene algún sentido? No mucho, la verdad, pero quién dijo que felicidad y sentido tuvieran que ir de la mano.