miércoles, 18 de abril de 2018

Mi móvil y yo


Ya puedo respirar tranquilo: es posible vivir sin móvil. El mundo no deja de girar, la vida continúa. No se producen migraciones masivas de familiares y amigos, no se secan los mares ni se abre la tierra. Deben creerme, hablo desde la experiencia; no soy uno de esos tipos que andan por la vida inventando historias. El viernes me dejé el móvil en el trabajo. Es tentador pensar que cosas así no suceden. Uno puede olvidarse el paraguas, la chaqueta, aquello que compró para su esposa… pero ¿el móvil? Pues sí, yo soy la prueba. Al percatarme, reconozco que atravesé un instante de pánico. ¿Dos días y medio sin móvil, desconectado del mundo? Traté de tranquilizarme. Recurrí al tópico, para algo han de servir: evoqué mi infancia y buena parte de mi juventud. ¿Acaso no vivíamos la mar de bien? Surtió efecto. La noche del domingo alardeaba de entereza frente a mi mujer. Ni un momento de ansiedad, le decía. Al llegar al trabajo, el móvil me esperaba sobre mi mesa con un mísero 1% de batería. Había aguantado. Por los pelos, pero había aguantado. Como yo. Dos tipos duros, resistentes, eso es lo que somos.


ÚLTIMA HORA, 27/03/18