Nosotros,
los mejores, jamás dudamos. Por eso, somos buenos con los buenos y malos con
los malos. No creemos en la Biblia, pero nuestros comentarios en redes sociales
y realidad paralela se rigen por el óptico mandato bíblico. Intransigentes con
los intransigentes, injustos con los injustos, crueles con los crueles. Lo de
la viga en el ojo propio (por seguir con el tono evangélico-oftalmológico de
estas palabras) jamás nos hizo pestañear. Es más, somos capaces de detectar las
pajas en otros ojos antes incluso de que estas alcen el vuelo. En contra de lo
que cabría pensar, ser los mejores no es tarea sencilla. Soportar el peso de la
verdad no está al alcance de cualquiera. Cargamos orgullosos con esta
responsabilidad. El mundo nos necesita, somos los elegidos; no podemos
permitirnos dudar. La duda es un lujo de la clase media acomodada. La duda es
uno de nuestros mayores enemigos, el principio del fin. Somos los mejores y
debemos seguir siéndolo a toda costa. Cueste lo que cueste. Por eso, somos
buenos con los buenos y malos –incluso muy malos– con los malos.
ÚLTIMA HORA, 22/05/18