domingo, 3 de febrero de 2019

Ruleta rusa


Hablar de amor estando casado es lo más parecido a jugar a la ruleta rusa. Pero a mi lado kamikaze —al que también llamo mi lado Christopher Walken— jamás le interesaron las consecuencias. Un columnista sin lado kamikaze es como un delantero centro sin gol. Salvo que seas Benzema, lo tienes claro. En fin, me dejo de preámbulos. Primera confesión: yo también he fingido. Sin fingimiento no hay literatura ni buen sexo, principales ingredientes de esa cosa llamada amor. Pessoa lo sabía. Lo que no sé si sabía es que en el sexo entre cónyuges muy a menudo intervienen tres, como mínimo. El que seguro lo sabía es Perales, José Luis. La disyuntiva verdad/mentira con que se manejan las parejas suele ser mentira, pero encierra una verdad incuestionable. Por mucho que nos empeñemos, el amor no es progresista: está lleno de muros, pactos en la sombra, devoluciones en caliente… Su hábitat natural no es el aire, sino la paradoja. Hay que salir del amor para saberlo posible, pero conviene no extraviarse, al menos, no demasiado. Al contrario de lo que sucede con el fuego, cuánto más lejos más quema, si bien es cierto que un poco de aire nunca viene mal.

 ÚLTIMA HORA, 29/01/19