Ruleta rusa
Hablar de amor
estando casado es lo más parecido a jugar a la ruleta rusa. Pero a mi lado
kamikaze —al que también llamo mi lado Christopher Walken— jamás le interesaron
las consecuencias. Un columnista sin lado kamikaze es como un delantero centro
sin gol. Salvo que seas Benzema, lo tienes claro. En fin, me dejo de
preámbulos. Primera confesión: yo también he fingido. Sin fingimiento no hay
literatura ni buen sexo, principales ingredientes de esa cosa llamada amor. Pessoa
lo sabía. Lo que no sé si sabía es que en el sexo entre cónyuges muy a menudo
intervienen tres, como mínimo. El que seguro lo sabía es Perales, José Luis. La
disyuntiva verdad/mentira con que se manejan las parejas suele ser mentira,
pero encierra una verdad incuestionable. Por mucho que nos empeñemos, el amor
no es progresista: está lleno de muros, pactos en la sombra, devoluciones en
caliente… Su hábitat natural no es el aire, sino la paradoja. Hay que salir del
amor para saberlo posible, pero conviene no extraviarse, al menos, no
demasiado. Al contrario de lo que sucede con el fuego, cuánto más lejos más
quema, si bien es cierto que un poco de aire nunca viene mal.
ÚLTIMA HORA, 29/01/19