miércoles, 28 de agosto de 2019

Verano 2019 (julio-agosto)


02/07/19
El día del orgullo, quedé con un amigo para tomar una copa –al final fueron dos– y hablar de la vida. Antes, estuve de cena con los alumnos del taller de escritura. El ambiente festivo –¿existen días no festivos en el verano mallorquín?–, la confianza entre los comensales después de meses compartiendo relatos –una variante de ese hablar de la vida tan civilizador– y las cañas –imprescindibles cuando el calor arrecia– hicieron que la cena virara del lado de la confidencia y el deseo. Todos guardamos deseos no saciados y esa pequeña o puede que gran frustración es la que nos hace avanzar, escribir, amar no todo lo bien que querríamos. Una vez solo –ni siquiera eran las doce de la noche cuando nos despedimos, las cenas en verano nunca deberían terminar antes de la medianoche–, me quedé cara a cara con mis expectativas frustradas. Era noche, verano, y las calles se veían repletas de gente atractiva y banderas arcoíris. Era de locos retirarse tan pronto. La vida exigía plática y una última copa. Llamé a uno de los pocos amigos solteros que tengo y le propuse brindar por la vida y las noches de verano. Por suerte, aceptó y a los veinte minutos estábamos acodados en la barra de un local de la calle Sant Magí. Me sentía bien, orgulloso, y no tenía idea de por qué.  

16/07/19
Esa época del año en que tu hija adolescente te pide que le saques hora para cortarse el pelo y depilarse pero no hay horas disponibles en las peluquerías de la ciudad durante los próximos cien años. Ese lapso de tiempo eterno y sin embargo fugaz en el que resulta del todo imposible encontrar taxis libres salvo en el aeropuerto. Ese lugar mítico en el que poder al fin descansar si no fuera por esa ola de calor recurrente que te hurta la posibilidad de un descanso medianamente digno. Ese instante que los dioses te conceden para terminar de arreglar esas cosas que fuiste dejando relegadas por abulia o falta de tiempo o planificación y que un año más seguirán como estaban porque los materiales se agotaron, los pedidos no llegan o el instalador se equivocó de dirección. Esa posibilidad de cenar en aquella terraza con vistas al mar que durante tantos meses se coló en tus sueños y que no dispone de mesa libre hasta mediados del mes de octubre. Ese paréntesis en la vida cotidiana que nos enfrenta a todos los contratiempos propios de la vida cotidiana. Y, pese a todo, hay que ver cuánto te queremos, verano.

30/07/19
Tengo un amigo que asegura que entre el quince de julio y el quince de agosto siempre suceden cosas importantes, que en esa treintena de días la vida se tensa y nos coloca frente a situaciones capaces de cambiarnos la existencia. No en vano, durante las vacaciones estivales el número de divorcios se dispara. Conozco parejas que, llegado el verano, deciden separarse un mesecito para así salvar su matrimonio. Sea como fuere, estos días la vida me ha situado frente a diferentes pruebas y he llegado a temer no solo por mi matrimonio sino también por mi salud mental. Todo empezó con la rotura del portón del garaje. A este contratiempo siguieron: el atasco del inodoro del aseo, una avería en el router que nos dejó sin wifi en casa, el extravío del toldo que compramos, problemas con el diferencial del cuadro eléctrico, el foco fundido de la piscina… A fecha de hoy, sigo sin wifi y sin poder disfrutar de la sombra en el jardín de casa durante las mañanas, pero gracias a los tutoriales de YouTube logré arreglar el portón del garaje, desatascar el inodoro y cambiar el foco de la piscina. O dicho de otro modo: debo la buena salud de mi mente y de mi matrimonio a Internet. Para que luego me vengan con desconexiones.

13/08/19
Tal vez porque estamos a trece de agosto y ya es mucho verano acumulado en nuestras espaldas quemadas, le da a uno por ver Un viaje hacia el fin de los tiempos, de John Boswell. Esas imágenes del final de todo –y este “todo” incluye la desertificación del planeta, las algas acumuladas en las playas de sa Ràpita y ses Covetes y la posible repetición electoral– le llenan a uno de paz y ganas de hacerse con un acelerador de tiempo en condiciones. Acelerar a todo trapo hasta que el tiempo no tenga ningún sentido porque no exista nada, ni siquiera Vox. Entonces ya no hará falta embadurnarse de protector solar ni cambiar de dieta para así frenar el cambio climático. Los dueños de la Tierra no tendrán que disimular, podrán admitir que ya dan por perdido el planeta, que ya no hay marcha atrás posible. De ahí los intentos desesperados por buscar otra casa que arruinar. De ahí la aceleración del Programa Explorers de la NASA. De Ahí el telescopio espacial TESS. Ya me imagino a los especuladores inmobiliarios frotándose las manos mientras observan la recreación de la superficie virgen del exoplaneta LTT 1445Ab, recientemente descubierto.

27/08/19
Escribo en calzoncillos mientras, por los altavoces de la Tap, C. Tangana asegura querer tener dinero para repartir. Hace poco me enteré de que en una ciudad de España habían vetado la actuación de este rapero. Desconocía al personaje, así que googleé su nombre. Lo primero que le escucho, antes incluso que su Mala mujer, son insultos dedicados a la monarquía española y una defensa encendida de Evaristo Páramos, ex vocalista de La Polla Records. Algo no me cuadra. ¿En qué ciudad lo habían vetado? Vuelvo a Google para obtener la respuesta: Bilbao. Hay un vídeo en el que dos dirigentes de Podemos dicen no poder permitir que una institución pública como el ayuntamiento de Bilbao contrate a un grupo que reproduce estereotipos machistas. Entonces presto atención a sus letras y, sí, dice “puta”, y dice también que solo se acuesta con modelos, que basta con tener dinero, etc. Hay cosificación, altanería e incorrección. Enseguida pienso en algunos columnistas de este país. Pienso en infinidad de bandas y canciones, en libros y declaraciones y chistes que viajan de grupo de WhatsApp a grupo de WhatsApp, y se me ocurre que tal vez estaría bien detenernos todos un momento y respirar. ¿Nos calmamos?