02/07/19
El día del orgullo, quedé con un amigo
para tomar una copa –al final fueron dos– y hablar de la vida. Antes, estuve de
cena con los alumnos del taller de escritura. El ambiente festivo –¿existen
días no festivos en el verano mallorquín?–, la confianza entre los comensales
después de meses compartiendo relatos –una variante de ese hablar de la vida
tan civilizador– y las cañas –imprescindibles cuando el calor arrecia– hicieron
que la cena virara del lado de la confidencia y el deseo. Todos guardamos
deseos no saciados y esa pequeña o puede que gran frustración es la que nos
hace avanzar, escribir, amar no todo lo bien que querríamos. Una vez solo –ni
siquiera eran las doce de la noche cuando nos despedimos, las cenas en verano
nunca deberían terminar antes de la medianoche–, me quedé cara a cara con mis
expectativas frustradas. Era noche, verano, y las calles se veían repletas de
gente atractiva y banderas arcoíris. Era de locos retirarse tan pronto. La vida
exigía plática y una última copa. Llamé a uno de los pocos amigos solteros que
tengo y le propuse brindar por la vida y las noches de verano. Por suerte,
aceptó y a los veinte minutos estábamos acodados en la barra de un local de la calle Sant Magí. Me sentía bien, orgulloso, y no tenía idea de por qué.
16/07/19
Esa época del año en que tu hija
adolescente te pide que le saques hora para cortarse el pelo y depilarse pero
no hay horas disponibles en las peluquerías de la ciudad durante los próximos
cien años. Ese lapso de tiempo eterno y sin embargo fugaz en el que resulta del
todo imposible encontrar taxis libres salvo en el aeropuerto. Ese lugar mítico
en el que poder al fin descansar si no fuera por esa ola de calor recurrente
que te hurta la posibilidad de un descanso medianamente digno. Ese instante que
los dioses te conceden para terminar de arreglar esas cosas que fuiste dejando
relegadas por abulia o falta de tiempo o planificación y que un año más
seguirán como estaban porque los materiales se agotaron, los pedidos no llegan
o el instalador se equivocó de dirección. Esa posibilidad de cenar en aquella
terraza con vistas al mar que durante tantos meses se coló en tus sueños y que
no dispone de mesa libre hasta mediados del mes de octubre. Ese paréntesis en
la vida cotidiana que nos enfrenta a todos los contratiempos propios de la vida
cotidiana. Y, pese a todo, hay que ver cuánto te queremos, verano.
30/07/19
Tengo un amigo que asegura que entre
el quince de julio y el quince de agosto siempre suceden cosas importantes, que
en esa treintena de días la vida se tensa y nos coloca frente a situaciones
capaces de cambiarnos la existencia. No en vano, durante las vacaciones
estivales el número de divorcios se dispara. Conozco parejas que, llegado el
verano, deciden separarse un mesecito para así salvar su matrimonio. Sea como
fuere, estos días la vida me ha situado frente a diferentes pruebas y he
llegado a temer no solo por mi matrimonio sino también por mi salud mental.
Todo empezó con la rotura del portón del garaje. A este contratiempo siguieron:
el atasco del inodoro del aseo, una avería en el router que nos dejó sin wifi
en casa, el extravío del toldo que compramos, problemas con el diferencial del
cuadro eléctrico, el foco fundido de la piscina… A fecha de hoy, sigo sin wifi
y sin poder disfrutar de la sombra en el jardín de casa durante las mañanas,
pero gracias a los tutoriales de YouTube logré arreglar el portón del garaje,
desatascar el inodoro y cambiar el foco de la piscina. O dicho de otro modo:
debo la buena salud de mi mente y de mi matrimonio a Internet. Para que luego
me vengan con desconexiones.
13/08/19
Tal vez porque estamos a trece de
agosto y ya es mucho verano acumulado en nuestras espaldas quemadas, le da a
uno por ver Un viaje hacia el fin de los
tiempos, de John Boswell. Esas imágenes del final de todo –y este “todo”
incluye la desertificación del planeta, las algas acumuladas en las playas de
sa Ràpita y ses Covetes y la posible repetición electoral– le llenan a uno de
paz y ganas de hacerse con un acelerador de tiempo en condiciones. Acelerar a
todo trapo hasta que el tiempo no tenga ningún sentido porque no exista nada,
ni siquiera Vox. Entonces ya no hará falta embadurnarse de protector solar ni
cambiar de dieta para así frenar el cambio climático. Los dueños de la Tierra
no tendrán que disimular, podrán admitir que ya dan por perdido el planeta, que
ya no hay marcha atrás posible. De ahí los intentos desesperados por buscar
otra casa que arruinar. De ahí la aceleración del Programa Explorers de la
NASA. De Ahí el telescopio espacial TESS. Ya me imagino a los especuladores
inmobiliarios frotándose las manos mientras observan la recreación de la
superficie virgen del exoplaneta LTT 1445Ab, recientemente descubierto.
27/08/19
Escribo en calzoncillos mientras, por
los altavoces de la Tap, C. Tangana asegura querer tener dinero para repartir.
Hace poco me enteré de que en una ciudad de España habían vetado la actuación
de este rapero. Desconocía al personaje, así que googleé su nombre. Lo primero
que le escucho, antes incluso que su Mala mujer, son insultos dedicados a la
monarquía española y una defensa encendida de Evaristo Páramos, ex vocalista de
La Polla Records. Algo no me cuadra. ¿En qué ciudad lo habían vetado? Vuelvo a
Google para obtener la respuesta: Bilbao. Hay un vídeo en el que dos dirigentes
de Podemos dicen no poder permitir que una institución pública como el
ayuntamiento de Bilbao contrate a un grupo que reproduce estereotipos
machistas. Entonces presto atención a sus letras y, sí, dice “puta”, y dice
también que solo se acuesta con modelos, que basta con tener dinero, etc. Hay
cosificación, altanería e incorrección. Enseguida pienso en algunos columnistas
de este país. Pienso en infinidad de bandas y canciones, en libros y
declaraciones y chistes que viajan de grupo de WhatsApp a grupo de WhatsApp, y
se me ocurre que tal vez estaría bien detenernos todos un momento y respirar.
¿Nos calmamos?