De izq. a der.: Joan Payeras, Javier Cánaves y Nadal Suau |
Como estoy aquí en calidad de primer lector de la novela, de lector anterior a su publicación, me ha parecido pertinente emplear para mi intervención la carta que mandé a Javier al acabar de leer Mi Berghof particular. La encontré por casualidad, cuando estaba dándole vueltas a qué contaros hoy, a cómo hablaros del libro. Y enseguida me di cuenta de que me podía servir, porque creo que traslada lo que sentía justo al terminarla, y puede que eso sea lo que se espera de mí. Para otras lecturas, sin duda más lúcidas, ya tenemos a Nadal Suau. Así que os leo mi carta a Javier:
“Buenas, Javi. Antes que nada
hay que apuntar dos cosas. Por un lado, siento la necesidad de escribir sobre
la novela y eso es muy buena señal. Significa que me ha hecho pensar, y además
creo que hay en ella uno (o varios) debates latentes. En segundo lugar, es una
novela ambiciosa, posiblemente la más ambiciosa de las que has escrito. Eso es
genial y peligroso, porque hay que juzgarla como tal. Creo que,
inconscientemente, no empleamos el mismo baremo para juzgar, por ejemplo, el Viaje al fin de la noche de Céline que La mujer zurda de Handke. Sin querer, no
les pedimos lo mismo, y eso hace que a veces seamos injustos.
¿Y por qué me parece más
ambiciosa esta? Leyendo algunas de las primeras entradas del plano no
ficcional, podríamos pensar lo contrario. Lo escondes dándole ese aire
cotidiano, casi de no saber hacia dónde va todo, asegurando que sólo pretendes
poner orden en tu interior, aclararte las ideas. Pero la novela avanza y adquiere
otras dimensiones. Los temas se elevan, vamos profundizando o, mejor, viajando
constantemente de la superficie al fondo de las cosas y a la inversa. Y la
novela se va encontrando con la idea de felicidad, es decir, del sentido de la
vida, y también del sentido de la escritura, entre otros temas.
Tu Berghof, Javier, propone una lectura
activa, abre interrogantes, y amplía, que diría Houllebecq, el campo de batalla.
A eso me refiero con mi impresión de que es la más ambiciosa. Y eso la
engrandece, pero también la expone más. Por eso es también una novela valiente.
Recuerdo exactamente el momento
en el que supe que la novela me había enganchado por completo. El instante en
que me di cuenta de que era una novela diferente. Uno de los protagonistas, Sancevá,
pasea por la playa imaginando varios argumentos para posibles novelas. Me
dieron ganas de robarte alguno, por cierto. Ahí me enganché hasta el final. Ahí
la trama empieza a funcionar como un conjunto de cajas chinas que atrapa, del
que no puedes salir. Una novela dentro de otra novela, con lo que eso conlleva
de reflexión sobre el proceso de escribir. Un narrador que se pregunta si tal o
cuál elección sobre la historia será la correcta, si todo avanza como debe,
mientras yo, lector, parezco un invitado de lujo a ese “reality” sobre el
proceso de una novela de la que me hacen sentir tan cercano a su ensamblaje, a
su creación.
Una novela ambiciosa, vuelvo a
ello, tiene un gran enemigo: que sea fallida. No lo es en absoluto. Ha
conseguido engancharme, entretenerme, hacerme reflexionar sobre todo lo que te
he comentado: sobre la novela que quiero escribir y sobre la esencia misma de
la literatura, sobre qué queremos decir cuando decimos que somos felices y
sobre la búsqueda del sentido de la vida.
Me dejo muchísimas cosas en el
tintero. Pero al terminar de leerla, necesitaba escribirte y escribir sobre
ella, con urgencia, porque es una novela que me ha dado ganas de ponerme a
trabajar en una, y ya sabes que eso es lo mejor que puedo decir de un libro.
Hablamos con calma. Un abrazo y enhorabuena.”
Nada más. Muchas gracias.
Joan
Payeras