sábado, 21 de marzo de 2009

Agroturismo con spa


Decidí darle una sorpresa y reservé habitación en un agroturismo con spa, cerca de Campanet. Esos placeres de la clase media, las migajas que nos cierran la boca y nos hacen felices, los residuos de todas las revoluciones emprendidas por la raza humana. Un pequeño lujo más o menos asequible. Es precioso, dijo ella. Y ahora, desde que construyeron la autopista, a tiro de piedra, respondí. Comimos en la plaza frente a la iglesia de Campanet. La población local, es decir, gentes venidas del norte de África, conversaban al sol. En el televisor de plasma del bar donde comimos, el Chelsea se sumaba a la lucha por la Premier. Después de la siesta, tocaba baño turco. Compartimos vapor y secreciones con una pareja de autóctonos sexagenarios la mar de simpáticos. A los dos minutos, el hombre se puso en pie y dijo: no puc més. Yo decidí resistir. Estaba al borde de un ataque de ansiedad, pero me había propuesto aguantar por lo menos diez minutos. Mientras mi cuerpo se iba deshidratando a marchas forzadas, pensé que aquello era una tortura cojonuda. Elaboré mentalmente un listado de todas las personas que metería ahí adentro, pero esto hizo que mi claustrofobia se agudizara. En la piscina climatizada me encontré con Pau Debon, cantante de Antònia Font. Los que siguen mis artículos (legión de incondicionales, para qué ir de modesto) recordarán que en el último -aparecido el sábado pasado, justo el día de mi estancia en el agroturismo-, mencionaba a la banda mallorquina. Esta casualidad me dejó pensativo durante unos instantes. Pero era el momento del jacuzzi. Pese a la incomodidad de la bañera burbujeante, logré mantenerme en remojo el tiempo suficiente para poner nerviosa a la pareja que aguardaba su turno. Ya en la cena, volví a pensar en mi encuentro con Pau Debon. Llegué a convencerme de que me había mirado con algo de curiosidad. Quién sabe, quizá acababa de leer el artículo. ¿Qué encerraba esta casualidad? Se lo comenté a ella, pero no mostró interés. Quizá te confundas de persona, dijo. Sopesé la posibilidad. Era sábado por la noche y empezaba a estar borracho, felizmente confundido. Sonreí. Mallorca entera bailaba a mi son.
UH, 20/03/09