miércoles, 25 de marzo de 2009

Una montaña de condones


Parece que el mundo entero se haya escandalizado con las declaraciones de Ratzinger en torno al condón, también conocido como goma, capuchón, preservativo o profiláctico. Los hay que, como el Papa anterior, jamás pronuncian su nombre –sobre todo cuando se encuentran en plena faena–, cosa que lleva al idioma a ambigüedades muy poéticas, cercanas al chiste. “¿Me pongo algo?”. “Sí. Un condón sería lo suyo”. Pero hete aquí que Ratzinger pronunció el vocablo de la controversia. Voy a Google Noticias y tecleo la palabra “preservativo”: 1.628 resultados aproximadamente. Luego hago lo mismo con la palabra “condón”: 2.415. Victoria sin paliativos del condón. Muy atrás queda la palabra “profiláctico”, con tan solo 85 resultados. Establecidas las preferencias de los usuarios del lenguaje, sigo con el tema. Dentro de poco hará 20 años que vengo utilizando condones, con sus rachas mejores y peores, como todo el mundo podrá imaginar. El dinero empleado en la compra de gomas y libros ha sido el mejor gastado, el que más feliz me ha hecho. (Unos años atrás, hubiese incluido la música en esta lista, pero por razones inconfesables y fácilmente imaginables ya no compro cedés). Pienso en todos los preservativos usados a lo largo de mi vida. Una montaña de condones, esos ridículos envases de esperma desperdiciado, cada uno con su pequeña historia de amor o necesidad, de triunfo o derrota. La biografía de muchos de nosotros podría erigirse sobre la ínfima epopeya de cada uno de esos trocitos de goma. Todo acabará en el olvido, es decir, en los grandes contenedores que almacenan las secreciones que la humanidad genera. Me estoy poniendo lírico, soy incorregible. Alguien debiera escribir un poema grandioso sobre el preservativo (con cita de Benedicto XVI, evidentemente). Por lo demás, mensajes como el del Papa durante su visita a África no hacen más que escenificar el distanciamiento entre la Iglesia Católica y sus propios fieles. Las personas follamos y no queremos ni podemos tener más de dos o tres hijos. De todos modos, se trata de un distanciamiento asumido. En realidad, al Papa sólo lo escuchan primeros ministros y columnistas. Los demás van a lo suyo, católicos o no. Lo otro es política.
UH, 25/03/09