martes, 11 de agosto de 2009

P.C. o Articulillo veraniego con moraleja incluida, creo


¿Personal computer? ¿Partido Comunista? ¿Països Catalans? Nada de todo esto. Se trata de algo más importante. Es el apodo que le pusimos a una chica en primero de carrera. La PC. No diré qué significan las siglas porque pretendo conservar las pocas lectoras que aún me leen. También estaba la Bombas, claro, pero la PC era nuestra favorita. Sus caderas, la manera que tenía de chupar la punta de su boli, sus camisetas ceñidas a nuestros palpitantes 18 años. Jamás hablé con ella. La veíamos desfilar por los pasillos, más chica playbloy que estudiante de derecho, y nos la imaginábamos aprobando asignaturas gracias a favores sexuales. Todos hemos sido adolescentes, quizá muchos lo sigamos siendo. Se convirtió en nuestro aliciente, en nuestro desahogo habitual en épocas de exámenes, qué les voy a contar. La PC. Era morena, con el pelo rizado, más baja que alta, de nariz respingona y labios sugerentes. Resultaba evidente que rebasar los treinta iba a suponer su declive, pero en aquellos tiempos solo existía el presente, a lo sumo el fin de semana por venir. Tuvimos amantes y novias, aprendimos trucos, nos volvimos escépticos. Nos olvidamos de la PC. No es que dejara la carrera, pero otras ensoñaciones la sepultaron. De todos modos, nunca dejé de admirar aquella sonrisa blanca y carnosa, pero uno de los rasgos fundamentales de los mitos juveniles es su inconsistencia. Ayer me la crucé. Camisa blanca y falda negra hasta las rodillas. Llevaba un maletín. Caminaba rápido. El tiempo había hecho su trabajo. Seguía siendo una mujer hermosa. Puede que más.

UH, 11/08/09