martes, 26 de enero de 2010

MUJERES OBRERAS

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–si es que aún tiene sentido emplear esta expresión.
Mujeres de las zonas de ensanche, del extrarradio,
de barrios colindantes con polígonos.
Mujeres que caminan portando bolsas del SYP
o de Caprabo, que se pierden por portales de VPO
a los que siempre les falta una mano de pintura,
que ven jugar a sus hijos en parques de cemento,
remedo de la jungla urbana de los adultos,
con sus leyes injustas y universales,
mientras fuman silenciosas y mascan chicle y envían SMSs
a maridos o amantes o amigas preñadas.
Mujeres de jeans desgastados y ceñidos,
de pantalones de lycra y colores chillones,
de jerseys estirados con manchas de papilla,
de recogidos con prisa como arma de seducción.
No conozco un arma más peligrosa, más masiva
que vuestros peinados. Mujeres masa, singulares
como no pueden serlo las demás.
Ahí reside vuestro encanto, vuestra sutil victoria.
No tenéis más psicólogo que la chica de la peluquería
o la cajera del súper. Con eso os alcanza.
Sois expertas en contar calderilla con las manos temblorosas,
en mirarnos a los ojos si coincidimos en gasolineras,
en hacernos sentir intrusos
en vuestro mundo previsible.

No reconozco más deidad que vuestros cuerpos apresurados,
ni más altar o capilla que la que ocultan las habitaciones
donde os vais desdibujando, letra tras letra,
con la regia altivez de los felinos.




Puesto que no tenía nada que enviarles a los de Última Hora, decidí convertir este poema largo y narrativo en artículo de prensa. No es la primera vez que lo hago. A veces, incluso, a la inversa.
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Mujeres obreras

Las mujeres obreras –si es que aún tiene sentido emplear esta expresión. Las mujeres de las zonas de ensanche, del extrarradio, de barrios colindantes con polígonos. Las mujeres que caminan portando bolsas del SYP o de Caprabo, que se pierden por portales de VPO a los que siempre les falta una mano de pintura, que ven jugar a sus hijos en parques de cemento, remedo de la jungla urbana de los adultos, con sus leyes injustas y universales, mientras fuman silenciosas y mascan chicle y envían SMSs a maridos o amantes o amigas preñadas. Mujeres de jeans desgastados y ceñidos, de pantalones de lycra y colores chillones, de jerseys estirados con manchas de papilla, de recogidos con prisa como arma de seducción. No conozco un arma más peligrosa, más masiva que vuestros peinados. Mujeres masa, singulares como no pueden serlo las demás. Ahí reside vuestro encanto, vuestra sutil victoria. No tenéis más psicólogo que la chica de la peluquería o la cajera del súper. Con eso os alcanza. Sois expertas en contar calderilla con las manos temblorosas, en mirarnos a los ojos si coincidimos en gasolineras, en hacernos sentir intrusos en vuestro mundo previsible. No reconozco más deidad que vuestros cuerpos apresurados, ni más altar o capilla que la que ocultan las habitaciones donde os vais desdibujando, letra tras letra, con la regia altivez de los felinos.
Esto quiere ser un homenaje, un canto de martes y enero desabrido. Se me ocurrió cuando salía del SYP cargado de cervezas y comida precocinada. Iba memorizando los versos encima de la moto. No traten de hacerlo, es arriesgado. Por suerte, algo se salvó.

UH, 26/01/10