sábado, 27 de marzo de 2010

EL FIN DE LA ERA GUTENBERG

Camino por un bosque. No sé adónde me dirijo. Llego a un claro y en él me encuentro con cuatro figuras colocadas en círculo, mirando algo que queda en el centro. Decido aproximarme, pues siento curiosidad. Mi irrupción en el claro hace que las cuatro figuras levanten la mirada. Conozco a estos tipos: Javier Marías, Pérez Reverte, Eduardo Mendoza y García Montero. Sonrío. Les pregunto si todo va bien. Lo pregunto porque los cuatro están llorando. Se me hace extraño ver a Pérez Reverte llorando. Me incomoda bastante. Los cuatro, al unísono, me contestan que Johannes Gutenberg ha muerto. No lo entiendo. Debe hacer como quinientos o seiscientos años que este señor murió. Así lo digo. García Montero rompe el círculo y da un paso hacia mí. No es eso, dice, lo que ha muerto es una forma de entender la literatura. Asistimos al final de la era Gutenberg. Ahora todo va a ser peor. Me encojo de hombros. No sé qué decir. Me despido con un gesto de la mano. Me doy la vuelta y me adentro en el bosque. Lo que más me fastidia es que nunca sabré qué había en el centro del círculo.

Quedo para cenar con un amigo aspirante a poeta. Evidentemente, hablamos de poesía. No tengo mucho que decir, pero él insiste. De repente me acuerdo de lo que decía Gil de Biedma que decía Keats sobre los poetas. Básicamente, que los poetas son los seres menos poéticos del mundo. La esencia del poeta, según Gil de Biedma, es su disponibilidad por ser incapaz de entregarse del todo a nada. Mi amigo protesta. No está de acuerdo. De repente me acuerdo de algo que Franz Kafka escribió en su diario. Corro a la estantería y busco el libro. Lo tengo. No me resulta difícil encontrar la cita. “¿Quién me confirma la verdad o la probabilidad de que sólo a causa de mi vocación literaria me desentiendo de todo lo demás y, en consecuencia, soy insensible?”. ¿Te das cuenta?, dice mi amigo, no se puede confirmar, es sólo una especulación. Cierto, acepto, pero date cuenta que, sea a causa de la literatura o no, Kafka se ve a sí mismo como un ser insensible, es decir, insensible a todo lo que no sea la literatura, es decir, incapacitado para todo lo demás, es decir, incapaz de entregarse del todo a nada. El resto de la velada la pasamos hablando de fútbol.

Antes de dormir, leo a Antonio Machado. Dice el sevillano que la prosa no hay que escribirla demasiado en serio, que, cuando en ella se olvida el humor, se da en el ridículo de una oratoria extemporánea, o en esa que llaman prosa lírica, tan empalagosa. Cierro los ojos.