George Steiner escribió un libro magnífico titulado Los libros que nunca he escrito. Algunas de sus partes constituyen auténticas obras maestras hechas de inteligencia y sensibilidad. Trascribo unas líneas que alguna vez pensé emplear como cita-pórtico de alguno de los libros que nunca he escrito.
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Quería escribir un artículo sobre algunas de las escritoras de las que alguna vez me enamoré. En un lugar preferente de la lista se encontraría Nicole Krauss. El flechazo se produjo nada más ver la fotografía de la solapa de su novela La historia del amor. Adentrarme en sus páginas no hizo más que reforzar el amor que sentía por la neoyorquina. Al igual que Steiner, sus armas son la inteligencia y la sensibilidad. Su prosa es deudora de Auster, pero del mejor Auster, es decir, el Auster comprendido entre 1985, año en que publicó Ciudad de cristal, y 2002, año en que publicó El libro de las ilusiones.
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Por supuesto, en el artículo que me temo ya nunca escribiré estaría la poeta nacida en Orense Miriam Reyes.
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Varios son los motivos. Primero: su nombre coincide con el nombre de mi gran amor adolescente. Segundo: en una librería de Barcelona, en el año 2002 o 2003, cogí -por azar, o guiado por una suerte de intuición moldeada a fuerza de merodear por librerías- un librito titulado Espejo negro. El primer poema empezaba así:
Mi padre enfermo de sueños
en el asfalto incandescente de cien mil mediodías caminados
bajo el sol vertical
perdió sus pies
y apoyado en sus rodillas sigue buscando
el camino de vuelta a casa.
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Tercero: su aspecto de malota con sentido del humor.
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Por lo demás, otro artículo que quería escribir y ya no escribiré tenía que titularse “Un sábado muy argentino”. En el debía narrar mi sábado pasado, un sábado de encierro, un sábado rellenado con la lectura de Ricardo Piglia (diría que imprescindible si no fuera porque nadie es imprescindible) y una inesperada noticia procedente de Rosario, Santa Fe.
La lectura: Formas breves, un paseo por, como diría Bolaño, la cocina literaria de Piglia: Borges, Arlt, Macedonio Fernández, Kafka…
La noticia: he contactado con una rama familiar por parte de mi padre que emigró a Argentina y de la que apenas sabíamos nada. Demos gracias a San Internet.