martes, 13 de julio de 2010

Tucumán: historia de amor

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Hay una foto en la que poso frente al rancho de Silvia Maidana, galardonada en el año 2005 con el sugerente título de “Empanada de oro”. La siguiente imagen no pertenece a ninguna fotografía, sino a la memoria, y en ella puedo verme envuelto en una manifestación de taxistas, creo que cerca de la Plaza de la Independencia. Después hay una lluvia torrencial, un camino embarrado por Yerba Buena, donde el coche quedó varado. O la densa niebla en el cerro de San Javier, donde un indio con los brazos en cruz nos aguardaba. Pero de todas las fotografías e imágenes que mi cámara y mi memoria guardaron, hay una a la que tengo especial cariño. Se trata de una foto. Fue tomada en Tafí del Valle, donde nos detuvimos para comer. Tamales de primero y locro de segundo. Decir que me quedé lleno es decir poco. Después reanudamos la marcha. Íbamos escuchando a Mercedes Sosa cuando tres caballos nos obligaron a detener el coche. Su paso era lento, aristocrático. No se dignaron ni a mirarnos. Tuve tiempo de sacar la cámara. Mientras se alejaban, se me ocurrió que aquella visión era un buen resumen de lo que es Argentina, de lo que yo sentí en aquel momento que era Argentina: un país hermoso, altivo, acogedor y hasta cierto punto salvaje. Cuando me preguntan por mi visita a Tucumán, siempre acuden a mi mente aquellos tres caballos. Sé que guardan algún misterio que todavía hoy no he logrado resolver. Por eso tengo que regresar. Visitar a la señora Maidana, al indio de San Javier, volver a escuchar la historia de la independencia en la Casa de Tucumán, pasear por Yerba Buena esta vez en un día soleado. A la provincia más pequeña de Argentina le debo lo más grande: un amor cuyo misterio celebro cada día.


ULTIMA HORA, 13/07/10
Discurso con motivo de la inauguración de la Casa de Cultura de Tucumán en Baleares el pasado viernes 9 de julio de 2010.
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