martes, 20 de julio de 2010

Orgullo español


La victoria de la selección española en el Mundial de Sudáfrica ha puesto de moda la palabra orgullo en relación con el hecho de ser español. De ahí que me pregunte si me siento orgulloso de ser español. Según el CIS, el 85% de la ciudadanía lo está. ¿Y yo? Lo ignoro, así que repaso mi actuación mundialista. Soy de los que gritó como un energúmeno con el gol de Iniesta. Una vez finalizado el partido, bajé a la piscina con mi hija para chapotear y cantar eso de “oé, oé, oé”. No coloqué ninguna bandera en el balcón de casa, cierto, pero las razones son estrictamente estéticas. Entiéndase: tampoco cuelgo papanoeles por Navidad ni tengo tuneado el coche. En efecto, soy un tipo aburrido. Otra cosa. Durante todo el Mundial he sido un gran defensor de Del Bosque. Más que por su propuesta futbolística (venía dada por el Barça), por su talante y personalidad. Dicho lo cual, entraremos de lleno en el meollo. Según la RAE, el orgullo se define así: “Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas”. Temo que mi inseguridad, timidez y tendencia a la autoflagelación me convierten en un ser poco apto para el orgullo, al menos para un orgullo excesivo. Echemos la vista atrás. ¿Qué cosas me hicieron sentir orgulloso, aunque fuera de manera fugaz, aunque ese orgullo, horas o días después, acabara en olvido, indiferencia o bochorno? Algunas líneas que escribí, algún gol que metí cuando crío, algún beso que robé. Todo risible, claro está. Por otro lado, me siento incapacitado para sentir orgullo (compadézcanse de mí) por cuestiones en las que nada tuve que ver. Esto no es óbice para que ame –con amor camusiano– el lugar donde nací.

ULTIMA HORA, 20/07/10