jueves, 9 de septiembre de 2010

Bajo el sol de septiembre


Los paraísos dejan de serlo una vez que te instalas en ellos, al menos es lo que dice este sol de septiembre. Tú intentas no pensar porque pensar, como decía el filósofo francés, es empezar a estar minado. Tarde, mon ami, las preguntas ya se apostaron en lado rebelde de la cabeza. Como un Roque Dalton cualquiera, juegan a la ambigüedad, se arman hasta los dientes por lo que pueda ser. Tu única defensa son los libros y la música, es tu manera de esconderte. Escuchas canciones horribles de grupos o cantantes que se llaman Mürfila o Joe Crepúsculo. Por momentos te olvidas de tu lado peor, tan fortalecido en los últimos días. De todos modos, sabes que el interrogatorio será inevitable. Señoría, todo mi repertorio de maldades es fruto de mi incapacidad para ser feliz. Suena a chiste o a peli ya vista, lo sé. Haces daño a los que más quieres porque en realidad buscas hacerte daño, etc. ¿Ayuda profesional? No me haga reír. Entonces te vuelcas en los libros. Lees El desbarrancadero, de Fernando Vallejo, pero sólo hay odio y muerte y rabia, mucha rabia. Lees Cómo me hice monja y Parménides, de César Aira, y te encuentras con esa extraña inteligencia del argentino, y te deprimes. Lees versos de Cristina Peri Rossi y Manuel Vilas, de Billy Collins y Denis Cooper, pero al final te las vuelves a ver con el sol de septiembre, tan nostálgico. Recuerdas una entrevista a Jacques Attali. En ella, el francés aseguraba que a Europa le quedan diez años. Después llegará el auténtico declive. El futuro es de los bancos estadounidenses y de China. ¿Entonces qué? Entonces nada, mon ami. Leer, escuchar música y, si puede ser, quedar para tomar un café cualquier tarde de éstas. ¿Te apetece?

ULTIMA HORA, 07/09/10