lunes, 6 de septiembre de 2010

Cumpleaños feliz


Cumplir años me pone nostálgico, predecible, personaje de cine de barrio, vecinita octogenaria de sonrisa postiza y adorable. Me da por mirar fotografías antiguas, en papel, por profetizar el tiempo que hará mañana o, muchísimo peor, por escribir poemitas que harían vomitar al mismísimo Gustavo Adolfo Bécquer de ocurrírsele regresar de allá donde esté para pasar unos días entre nosotros. A la tercera copa, ya que tan señalada fecha merece ser mojada, uno se adentra en la fase denominada “momento profundo”. Tales momentos, de ser registrados, constituirían un material impagable para los monologuistas españoles profesionales (hablo de cómicos, no de políticos, pero lo mismo da), seres tendentes a la nostalgia, previsibles como los analistas deportivos o el devenir del amor conyugal. Está demás decir que cumplir años me pone sarcástico, además de nostálgico y predecible. Ignoro el orden, qué cosa lleva a la otra. Con la resaca, ya que tan señalada fecha suele terminar de la misma manera, la vida desciende (o tal vez se eleva, no estoy seguro) a su nivel más prosaico, el llamado “momento ibuprofeno” o “menudas tonterías dije anoche”. El espejo, después, se encarga de confirmar lo que de todos modos ya sabemos: que no queda nada del disfraz de súper héroe vengador que nos embutimos unas horas atrás. Todo es pelo y barriga. Y un año más. O menos, según se mire o no se mire. ¿Se hace necesario repetir eso de que cumplir años me vuelve predecible? Lo bueno (siempre hay cosas buenas, faltaría más) es que te regalaron un libro de Adolfo Couve y una corbata de más de 100 euros y eso es todo lo que un hombre en su sano juicio necesita para ser feliz.

ULTIMA HORA, 05/09/10