martes, 7 de diciembre de 2010

El clásico


Hablar del último clásico sin caer en lo ya dicho mil veces es un ejercicio abocado a la provocación o la estupidez (pongamos que son cosas diferentes), pero nuestra adicción a los deportes de riesgo nos obliga a intentarlo. Para empezar, evocaremos al Marqués de Sade, el cruel libertino, el cual estaba en contra de la pena capital por considerarla un crimen legal engendrado desde la frialdad de la premeditación. Por el contrario, se mostraba comprensivo con los crímenes pasionales, fruto del arrebato, alejados del intelecto, de la planificación. Ya que el sado siempre nos ha puesto, deberíamos mostrarnos comprensivos y compasivos con la actitud de Sergio Ramos, tan visceral, pero el hecho de considerarlo uno de los jugadores más sobrevalorados, junto con su compañero Ronaldo, de la Primera División nos impide ejercer su defensa (si los abogados pueden renunciar a defender a sus clientes, no veo por qué no vamos a poder hacerlo nosotros). Pero no nos detengamos. Como es sabido, las derrotas son más jugosas que las victorias, sobre todo para los comentaristas, ya sean profesionales o amateurs. Esto justifica que se hable más de Mourinho que del Barça. Decimos Mourinho y no Madrid porque la entidad blanca se ha diluido en la personalidad del portugués. Su derrota es monumental, por mucho que aún pueda ganar la liga, ya que fue expresamente fichado para ganar (a poder ser humillar) al Barcelona. Y que conste que Mourinho no nos cae especialmente mal. Aquí siempre hemos preferido la arrogancia a la humildad, somos así de repelentes. Esta preferencia nace de la sospecha de que detrás de la humildad, sobre todo de la humildad aireada, se esconde una arrogancia aún mayor.

ULTIMA HORA, 07/12/10