Luis se siente vacío. Dice que el sexo por el sexo ya no le satisface y, sin embargo, le sigue teniendo miedo a la otra alternativa: aumento de las facturas, de la rutina, de lo prohibido. Berta, en cambio, espera con ansia la llegada del hombre que le aporte la seguridad que a fecha de hoy le falta. La recuerdo cinco años atrás, confiada, sonriente, enarbolando un discurso libertario y feminista que ahora mismo se ahoga en los restos de su café. Pau considera que me he vendido, que debería estar luchando por vivir de lo que escribo; asegura que me he dejado engullir por la maquinaria de la productividad. Alberto, por el contrario, afirma que es una suerte no formar parte de los excluidos, que las cosas son como son y que los fondos de todos los mares están llenos de tipos que se creyeron muy listos, de idealistas y lectores de panfletos imprudentes o abiertamente incendiarios. Ignasi habla de acabar con todo. Su nihilismo me asusta y me entristece. Uno intuye que, si por él fuera, volverían los Gulag y las cámaras de gas. Silvia se queja de la falta de espiritualidad. Pedro confunde espiritualidad con religión. Alguien, creo que Agustín, sostiene que nunca antes había existido una religión tan potente, tan unificadora, sin apenas fisuras, es decir, herejes, como la religión actual: el dinero. En este sentido, concluye, podemos afirmar que lo nuestro es un monoteísmo puro y duro salpicado por subreligiones coexistentes a modo de modalidades dialectales. Aldana confiesa que el hecho de dejar de ser joven la tiene aterrada. Roberto dispara contra la sociedad de consumo. Merche enlaza frustración y expectativas. Luis se siente vacío. Supongo que acabará en la cama con Berta.
ULTIMA HORA, 01/03/11