martes, 22 de marzo de 2011

La extraña historia del hombre que amaba los pisos piloto (7)


Pasamos del sexo animal (algo caliente) de los primeros meses al sexo experimental (algo frío) de los segundos para acabar practicando el sexo marital (algo tibio) de todo hijo de vecino. Para hacer llevadero el sexo marital es necesario buscarse amantes o irse de putas. Si bien optamos por no hablar del tema, ambos sabíamos lo que el otro hacía, hay cosas imposibles de ocultar. Yoko, es evidente, se decantó por la primera opción, la de los amantes; a mí no me quedó otra que rascarme el bolsillo. Pagando, como suele decirse, serás feliz, pero aquellos dos últimos años (los del sexo marital con amantes + prostitutas) fueron, ciertamente, los menos felices de aquellos seis. Y no es que me atormentara saber que Yoko andaba acostándose con otros. La etapa experimental me había curtido lo suficiente como para poder vivir con eso. Yo tenía mis putas y mi fútbol, era, lo que suele decirse, un hombre común. Jamás tuve ansias de originalidad, lo digo en serio. Creo que podría haber seguido con aquella situación otros seis años, tal vez el resto de mi vida. ¿Que cómo llegamos a aquel escenario? Es algo sencillo en realidad, complicado si te enredas en explicaciones, inadmisibles si ya te anudaste a una relación sentimental. Es lo que pasa cuando posees un mínimo de inquietud frente a la vida, que al final todo sabe a poco. Quizá por eso tomó la decisión que tomó y quizá por eso estoy aquí ahora, en este sótano, escribiendo sobre Yoko, porque es ella y solo ella la protagonista de esta historia, ja ja, permitan que me ría del chiste.