Leo unas líneas sobre el miedo a la libertad y me entra miedo. Necesito un concepto en donde estar seguro, una idea benigna que me arrulle y me diga, como hacían los Semen Up, lo bien que lo hago. De arriba abajo, con suavidad, recorro la ciudad a lomos de mi Vespa. Me persigue un libro de Michel Onfray que dice que los conceptos matan la vida, que las ideas desvitalizan y excluyen lo real. Se trata de un libro repleto de conceptos e ideas así como de misiles teledirigidos que esquivo como puedo. Busco lo real en una calle de mi antiguo barrio. Peroramos sobre Darren Aronofsky, sobre las adicciones y las obsesiones y los límites de la realidad. Lo irreal es tan real como lo real, concluyo. Cuando quiero, soy muy ingenioso. Después hablo con entusiasmo de un libro de Peru Saizprez, de aquel poema en que asegura que la gente normal es muy rara. Otra vez los misiles. Hagamos el amor, suplico a modo de dribling, huyamos de conceptos e ideas. Está bien, concede, pero antes bebamos un gin tonic. Yo vuelvo a Saizprez y recuerdo que la mente no es un lugar seguro, que cuando pienso en ti docenas de pensamientos me abracadabran. El libro en cuestión, por si algún loco quisiera comprarlo, se titula Un corazón con pelos. Evidentemente, no podrá adquirirlo en el Corte Inglés que, por suerte, cierra tarde su supermercado. Compremos provisiones y vayamos a mi guarida, propongo. Está repleta de libros que no son inofensivos y además dejan huella. Entonces se parecen a mí, sonríe con la malicia más buena que soy capaz de imaginar. En tal caso, concluyo, voy a tener que leerte de arriba abajo, sin dejarme una coma, reservando la suavidad para la conversación de después. ¿Te hace?
ULTIMA HORA, 12/04/11