Hay un balcón. Un balcón con vistas al mar. Se trata de un mar antiguo y, por lo tanto, reposado. Un mar que invita a la reflexión. Un mar que nos viene acompañando desde los primeros recuerdos de la infancia. Estuvo ahí cuando aprendiste a montar en bicicleta, cuando diste tu primer beso, cuando ella te dijo que no quería verte más. Mirar al mar es mirar al pasado y mirar al pasado es constatar el olvido irremediable, porque siempre es más lo que olvidamos que aquello que perdura en nuestra memoria. Por fortuna. Borges constató esta suerte en un cuento genial que se resiste a perder en esa batalla que todo y todos libramos contra el olvido. Una batalla abocada al fracaso. Borges, que se dio a conocer en Europa desde un lugar idílico al norte de la isla de Mallorca: la bahía de Formentor. Cuando Europa era un sueño y Mallorca un paraíso inviolado. Borges, que dijo de Mallorca que era un lugar parecido a la felicidad. La felicidad… Al final todo se pierde, incluso las ganas de contarlo. Existen infinitas maneras de cantar este drama. El olor del salitre y la brisa marina, el sudor de los cuerpos amados, las largas sobremesas entre copas y risas, los lentos atardeceres, las arrugas de nuestros mayores, todo nos enseñó a hacerlo sin estridencias. Desde la serenidad, es decir, desde la elegancia, es decir, desde la sensualidad. Cavafis lo sabía, Durrell lo sabía, lo sabían Alberti y Jaime Gil de Biedma, lo sabía Miquel Costa i Llobera, el príncipe de Lampedusa, el trágico Pavese. Lo sabían todos aquellos que se asomaron a ese balcón desde el que hoy contemplamos este lento declive. Sólo queda amar, disfrutar el instante y tratar de rescatar de entre las cenizas los pequeños tesoros que nos llevaremos a la tumba. Una tumba que, como decía Serrat, ha de estar entre la playa y el cielo. Cerca, muy cerca de este viejo y amado mar.
[Mañana parto hacia Roma, junto con Joan Payeras y Raquel Gelabert, a un ciclo de conferencias sobre el Mediterráneo que se impartirán en el Istituto Storico Italiano per il Medioevo, en la Piazza dell'Orologio. Estas son las palabras que acompañarán los poemas que leeré. Imagino que lo divertido vendrá luego…]