NUNCA ME ABRAS LA PUERTA
Pero no importa, dale, llévate mi alegría
en tus labios, haz papel de fumar
mis poemarios, cambia la cerradura, vive el cielo.
Haz el favor de ser feliz, y nunca, nunca abras
a ese mamarracho enfebrecido
que llamará a tu puerta
las próximas semanas.
Se hará pasar por mí
-ya te lo advierto-
y te traerá la peste.