Por entonces creía en las señales. No es de extrañar: me mantenía vivo gracias a las pipas, los cubatas y las mentiras que improvisaba con cierto aplomo. Quise ser invisible para evitarme las maldiciones, sin embargo, tú me viste salir por la puerta y te aliaste con la noche para obligarme a aullar en las horas fatídicas. No me quedó otra que hacerme adicto a los sucedáneos. Viajé en la máquina del tiempo, pero nada era como lo recordaba. Tanto en Abuja como en Helsinki tu nombre se escribe igual. A veces me encontraba con amigos que preguntaban por ti. Il lupo perde il pelo ma non il vizio, me dijo una doble de Laura Torrisi. Evidentemente, tenía razón. Al despertar, compré un billete a Roma, città aperta, pero sólo encontré una puerta cerrada. A su lado, un perro con tres cabezas no me quitaba ojo, ¡y eso que tenía seis! Volví a las viejas costumbres: las pipas, los cubatas, las mentiras dirigidas esta vez contra mí. Me dije en noviembre, me dije en mayo, tal vez el año que viene, puede que en dos. Cada vez que me daba vuelta, alguien salía malherido. Se me decretó virus maligno y nada pude hacer para evitarlo. Volverse huraño era cuestión de tiempo. Me tragué enteras la filmografía de George A. Romero y las discografías de Iván Ferreiro y Diego Vasallo. Debo reconocer que de algo sirvieron: ya no creo en señales, pero sigo con las pipas, il vizio! Las mentiras las convierto en poemas, a veces en artículos. Ahora escucho a The New Raemon y espero con impaciencia el nuevo disco de Paco Cifuentes.
ULTIMA HORA, 13/09/11