martes, 3 de julio de 2012

Roberto Bolaño diserta sobre Sergio Ramos en una de las aulas de la Universidad Desconocida

Siempre me gustaron esas personas incapaces de provocar indiferencia, esas personas a las que sólo puedes odiar o amar, que no admiten término medio. Sergio Ramos es una de esas personas. Como buen gladiador, lejos de la arena del Coliseo pierde sustancia, tornándose en ocasiones hasta ridículo. En todo caso, se trata de un ridículo incapaz de menoscabar su figura, la pequeña leyenda que batalla a batalla ha ido levantando. Pero para qué hablar del Sergio Ramos civil. El Sergio Ramos civil no importa, carece de grandeza, de peso. Es uno más. En cambio, el Ramos gladiador aglutina todo lo que necesitan los héroes para ser héroes: inconsciencia, terquedad y un alto sentido del honor. En su trayectoria, hay dos actuaciones que ejemplifican a la perfección su alma de samurái. La primera, que nos pone en la sospecha de su lado turbio (todo héroe tiene un lado turbio), transcurrió en un enfrentamiento contra el Barcelona. Cegado y herido en su orgullo por la superioridad azulgrana, Ramos pierde los papeles y realiza una entrada brutal a Messi. Roja directa. Como es de esperar, sus compañeros de selección y rivales en aquella contienda lo rodean para recriminarle su acción, pero Ramos está fuera de sí. No atiende a razones. No conoce a nadie. Está en guerra con el mundo y, sobre todo, consigo mismo. La imagen de Ramos abandonando el terreno de juega es conmovedora, al menos a mí me lo parece. Pese a que lo intentan, nadie puede consolarlo. Está solo y es culpable. Y lo peor de todo: se sabe solo y culpable. La otra actuación es reciente. Transcurrió durante la Eurocopa, concretamente, en la tanda de penaltis contra Portugal. ¿Hace falta añadir algo más? Todos conocemos el desenlace de ese penalti lanzado contra sus propios demonios. Los héroes hacen las cosas a lo grande, tanto las buenas como las malas, por eso sólo podemos odiarlos o amarlos, por eso siempre acabamos hablando de ellos. Bien o mal, pero de ellos.