martes, 7 de agosto de 2012

Palabras para Marta y Mateu en el día de su boda


Cuenta la leyenda, es decir, mis padres, que Marta ya montaba en bicicleta a los nueve meses. Esto no puedo certificarlo, ya que no lo recuerdo. Lo que sí recuerdo –gracias, en parte,  a esos vídeos en súper 8 que mis padres guardaron– es a una  niña de piernas torcidas y regordetas, con moco colgándole de la nariz y risa desdentada, desplazándose a toda velocidad con un andador por la terraza de la casa que tuvimos en el Molinar. Asegura también la misma fuente que nunca existió una niña que por las noches se durmiera con mayor rapidez. La misma, aseveran, que empleó a la hora de nacer un agosto de hace ya algunos años.

Todo indicaba que las cosas importantes de la vida –como nacer, divertirse, dormir– las abordaría con premura. Pero en lo tocante al matrimonio, por aquello de la excepción y la regla, decidió tomárselo con calma. Sin saberlo, estaba esperando a Mateu…

Como en una comedia romántica hollywoodiense, se conocieron en una boda. Quienes estuvieron allí aseguran que Mateu necesitó buena parte de la noche y de las reservas de alcohol del bar para animarse a dirigirle la palabra. Cuentan que luego, en el autocar de regreso a casa, se empleó a fondo para el deleite de los allí presentes. Me consta que Marta todavía se ríe al recordar aquel trayecto con show incluido…

Y llegaron los meses de amistad y confidencias, de Messenger y algún que otro encuentro –como aquel en que quedaron para ver una peli en casa de mi hermana y ella, a los pocos minutos, se quedó dormida–, hasta aquella Feria de Abril de hace ya tres años. Y aquí interrumpo el relato porque hay cosas que es mejor que permanezcan en la intimidad.

Al año vivían juntos. Y tras dos años de convivencia se casan…

Hoy es un día muy feliz para mí y para el resto de mi familia, al igual que para la familia de Mateu, y para todos los amigos de la pareja que no han querido perderse este momento. Pero, sobre todo, hoy es un día muy feliz para Marta y Mateu, a los que deseo lo mejor del mundo en esta nueva etapa que inician hoy.

Para terminar y poner una nota pedante al discurso, traigo aquí las palabras de André Gorz, pensador austriaco que a la edad de 83 años le escribía a su esposa: “Acabas de cumplir ochenta y dos años. Y sigues siendo bella, elegante y deseable. Hace 58 años que vivimos juntos y te amo más que nunca. Hace poco volví a enamorarme de ti una vez más (…) A menudo nos hemos dicho que, en el caso de tener una segunda vida, nos gustaría pasarla juntos”.

Una vida plena de amor compartido: Esto es lo que os deseo, lo que os deseamos todos los que estamos aquí.

Marta y Mateu, tras el sí quiero, recibiendo
la tradicional lluvia de arroz.




Llucmajor, sábado 4 de agosto de 2012