miércoles, 26 de diciembre de 2012

Posesiones

Últimamente me suceden cosas muy raras, dignas de Cuarto Milenio. Ayer, sin ir más lejos, el espíritu de Leopoldo María Panero, famoso por ser la imagen promocional de Coca-cola, invadió mi cuerpo y mi mente por espacio de seis minutos y dieciocho segundos, que (casualidades de la vida) es el tiempo que dura la canción “Sympathy for the devil”. Por suerte, mi novia se encontraba a mi lado y pudo tomar una fotografía de mi estado mientras andaba poseído. Así podré defenderme de los furibundos ataques de los escépticos. Para tranquilizar a familiares y amigos, anuncio que no he sufrido ningún tipo de efecto secundario, si bien mi médico asegura que todavía es pronto para cantar victoria. O sea, que sigo bajo observación. Bien mirado, no es una cosa tan mala. Vivir bajo los focos de las cámaras es el sueño actual de todo joven, la máxima realización a la que el ser posmoderno puede aspirar. Ya sé que considerarme joven, en estos tiempos, es un atrevimiento por mi parte. ¿Será este atrevimiento uno de los efectos secundarios? Para los que no creen en posesiones y demás asuntos solucionables mediante llamadas a líneas 806, debo pedirles que se fijen en el ya famoso caso de Alberto Ruiz-Gallardón. De tener el talento de Robert Louis Stevenson, hoy mismo me ponía a narrar su extraña historia. El final, por supuesto, no puede ser feliz, pero ¿qué grandes obras literarias destacan por la felicidad de sus finales? Como diría mi buena amiga Jessica Hot: si buscas un final feliz, envíame un privado.

Fotografía tomada durante la posesión.