sábado, 27 de abril de 2013

LOS CABALLOS DE DUNCAN, un poema de José María Álvarez


[Hablaba de este poema en el último artículo publicado en el blog. Lo copio mientras afuera llueve y se hace fácil imaginar toda la ocupación que se avecina. De todos modos, en casa no tengo coñac ni champán, tampoco cadáveres a la vista. Soy una puta que necesita un afeitado. Y sí, a los rusos nos gusta un buen culo después de la batalla]




LOS CABALLOS DE DUNCAN

Se va a poner todo carísimo.
Menos mal que las posguerras
siempre son un negocio.
Y el coño es algo que jamás se acaba.
Pero se va a poner todo carísimo.
Se han llevado hasta el piano
para usarlo de barricada. Qué idiotez. De todas formas
el mariconazo que lo tocaba
debe estar criando malvas en Rusia. Los cañones
retumban muy cercanos. Dios, ya están ahí,
hace un rato que fui a la bodega
a buscar otra botella de cognac
¿y a que no saben ustedes lo que había?
Un montón, una pila
de bolsillos.
Sólo bolsillos. Sin el resto
del pantalón.
En fin… Tengo siete cadáveres
a mi disposición: cinco jerarcas
y otras dos putas (de todas formas ya muy viejas
para la cantidad de ocupación que se avecina).
Los muy imbéciles se han ido al otro barrio
bien llenos de cognac, y uno hasta dando
un viva a Hitler. También estaban viejos
para la ocupación que se avecina. Este de aquí
se ha volado los sesos
con la otra mano entre mis piernas; querría
calor, supongo. Ya se oyen los tanques.
Deben estar a cuatro calles.
Bien. Voy a maquillarme.
Por suerte aún queda un espejo sin romper
sobre la barra. Un poco de sombra
en los ojos, rouge
en los labios, las medias bien
estiradas, y las tetas para arriba.
El detalle de una gorra de SS
puede quedarme bien. Tiene tirón.
Al fin y al cabo todos somos nazis.
Ya los oigo. Esas bestias. Digo yo
que también los rusos beben y que debe gustarles
un buen culo después de la batalla.
Perfecto. Wunderbar, Wunderbar.
Y otra vez nos reiremos, y otra vez
beberemos champagne.

De El botín del mundo