lunes, 1 de julio de 2013

Soy uruguayo

Debo ser uruguayo, como lo oye. ¡Enterarme a estas alturas de la vida! El hecho de haber nacido en una isla del Mediterráneo no ensombrece tal afirmación. ¿Qué tendrá que ver el lugar donde uno nace (azar, guerras, movimiento migratorio de mamíferos) con lo que uno es (esencia, alma, espíritu)? Los apellidos y los árboles genealógicos mienten, ¡qué descubrimiento! ¿Resulta incompatible tal afirmación con la posibilidad de que un día le pongan mi nombre a una calle o plaza de esta ciudad? Confiaremos en el buen hacer de los gobernantes. Ahora, imagino, querrá saber cómo he llegado a tan extraña conclusión. Muy fácil. Se lo cuento sin demora. Los dos autores con los que me he sentido más identificado, que más me han llegado, con los que he tenido mayor afinidad, han sido dos uruguayos con apellido italiano: Juan Carlos Onetti y Jorge Mario Varlotta Levrero. Debo tener algo de italiano también, porca miseria! ¡Italiano! Con lo que abominé, en su momento, del llamado catenaccio. Que Luis Enrique me perdone. ¡Que España entera me perdone! Voy a tener que hablar seriamente con mis padres, sí. O con Dios, llegado el caso. Si en las instancias inferiores no solventan tus dudas, acude a las superiores. Tengo buena relación con el Jefe. Tal vez sea porque nunca me lo tomé muy en serio. Aquellos que lo toman tan en serio le aburren mortalmente. De esta noche no pasa. Hay cosas que deben aclararse cuanto antes. ¡Cuánto antes! Un uruguayo de ascendencia italiana, quién me lo iba a decir.

ULTIMA HORA, 11/06/13