lunes, 17 de febrero de 2014

Carlos Alcorta y Ben Clark escriben sobre Momentos estelares


A veces los lunes vienen cargados de cosas buenas. Hoy fue uno de esos lunes. Amanecí con la reseña que Carlos Alcorta le dedica a Momentos estelares. Me ha hecho especial ilusión que en ella hablara de los encabalgamientos. Soy así de raro. Hacia mediodía, saltó la alarma en el móvil indicándome que Ben Clark me había etiquetado en una publicación de Facebook. En su columna semanal 'Los lunes libro', escribe sobre Ahora solo bebo té (Pre-Textos, 2013), de Andrés Catalán, y sobre el libro de un servidor.


Dice Carlos Alcorta:

Los poemas de Cánaves son ricos en detalles, minuciosos en la descripción del escenario y del estado de ánimo del personaje que sirve de testaferro al poeta, capaz de desdoblarse en una prostituta caribeña, en otro poeta —José María Fonollosa o Roque Dalton— o en un sociópata que trata de vivir el día a día como si cualquiera de ellos fuera el último de su existencia («Otro día que puede ser el último», piensa al acabar una jornada desenfrenada). Pero más que victimismo, lo que esconden versos como éste es un deseo irrefrenable de apurar el instante, de ser, a pesar de todos los sinsabores y contratiempos, dichoso, como corroboran algunos versos del poema « Judy Minx a los 15 (frente al espejo)»: «Lo que cuenta es ser/ feliz, deja que sean otros los/ que lloran», versos que, por otra parte, nos sirven como ejemplo inigualable del uso magistral que Cánaves hace del encabalgamiento como método para resaltar esa fractura, esa incertidumbre que persiste entre el deseo y la realidad. Ya lo sabemos, las palabras resultan insuficientes para plasmar la expresión plena de la emoción, de un sentimiento, pero son el único instrumento de que dispone el poeta, por esa razón quizá sea inevitable reflexionar sobre su utilidad. «El pasaje secreto es un poema», escribe Cánaves, y me atrevo a especular que lo que esto significa es que lo misterioso, lo indecible es lo que constituye la propia escritura, lo que podemos adivinar en los espacios en blanco entre las palabras, no el itinerario más o menos evidente que el poema ensancha. El poema solidifica el tiempo, por eso escribe «Ahora escribo el poema/ y tú sigues ahí».


Dice Ben Clark:

En ellos [los poemas] Cánaves desgrana el tedio del día a día y reflexiona sobre las pequeñas redenciones que proporciona, a veces, la cotidianidad, el amor, las lecturas o el cine: «Le di gracias al cielo por no haberla leído / con 18 años. De haberlo hecho, / probablemente me hallaría bajo tierra, / muerto por inanición artística, / como un aspirante maldito / sin otro mérito que su propia defunción». La idea que contienen estos versos parece sobrevolar todo el poemario. El poeta agradece la madurez que le han proporcionado los años, la capacidad para dejar, hasta cierto punto, atrás a aquel joven que odiaba el blues y que hoy puede mirar a la vida con desconfianza pero a los ojos.


Ahora sólo resta agradecer, invitarles a que lean las dos reseñas y cruzar los dedos para que el día de hoy no se tuerza.