viernes, 21 de febrero de 2014

2 x 1: Aburrimiento y prestigio + 21 de diciembre


Aburrimiento y prestigio


Hay poetas de gran prestigio que me aburren soberanamente. Lo mismo podría decir de los ejecutores de cualquier otra disciplina artística, pero este martes amanecí poético, qué le vamos a hacer. Por supuesto, no me estoy refiriendo a prestigio en Facebook o Twitter, que al fin y al cabo es humo. Me refiero a un prestigio de academia y antología, de catedráticos, críticos y premios nacionales. Sí, ya sé que este tipo de prestigio también es humo (¿qué prestigio no lo es?), pero convengamos que se trata de un humo mucho más denso. Hasta no hace tanto, este hecho (el que poetas prestigiosos me aburrieran soberanamente) me hacía sentir incómodo, a veces incluso culpable. Estaba claro que algo se me escapaba. Digamos que asumía que se trataba de un problema, de una carencia por mi parte. Como digo, esto era antes. A estas alturas de mi vida (algo así como el ecuador), entiendo que se trata de divergencias en la sensibilidad, es decir, cuestión de gusto o inclinaciones, y que está bien que así sea. No hay conflicto en esto. ¿Enfadarme porque alguien considera que Jorge Teillier es aburrido? ¿Discutir porque alguien prefiere al Panero loco antes que a Juan Luis? ¿Indignarme porque alguien sentencia que lo que escribió Fonollosa no es auténtica poesía? No. Para qué. Es malgastar energía y tiempo. Por lo demás, todavía no he conocido a nadie que haya cambiado de opinión respecto de sus gustos o inclinaciones porque otro le haya dicho (de manera argumentada) que no las comparte o que está equivocado.

ULTIMA HORA, 11/02/ 2014

21 de diciembre


Todavía recuerdo aquel 21 de diciembre de 1983. Vivíamos en Santa Ponça, en una zona de segundas residencias. Nosotros residíamos todo el año, de ahí que en determinadas fechas reináramos sin oposición. Yo era el rey del pinar de enfrente de casa, ahora arrasado por apartamentos y chalets. El escaso alumbrado hacía que las noches fueran más noches. Aquella de hace más de 30 años no era una noche cualquiera. España debía ganarle a Malta por 11 goles de diferencia. Nunca antes había visto un partido de fútbol de principio a fin con verdadero interés, ni siquiera los del Mundial del año anterior. Tongo o no, el milagro se produjo y me recuerdo saltando de alegría en el salón de casa. Pasó el tiempo, dejamos Santa Ponça para instalarnos en Palma, entré en la adolescencia. En mi imaginario, aquel 21 de diciembre siempre supuso un punto de inflexión. España había dado el paso decisivo para acercarse a Europa. Ya no teníamos que rivalizar con Malta o Irlanda, ya podíamos codearnos con las todopoderosas Inglaterra, Alemania y Francia. Y así fue durante un tiempo, pero la nostalgia mal digerida es peligrosa y ahora queremos volver a aquellos lodazales del espíritu. Ya lo decían: mitad monjes, mitad soldados. Y en esas estamos al parecer. Ahora se nos vuelve a comparar con Malta e Irlanda. Andamos a la cabeza del nuevo movimiento regenerador, dicen las facciones más alborotadas. Por supuesto, ya no estamos hablando de fútbol, ni si quiera de economía. Por supuesto, este artículo peca de nostalgia.


ULTIMA HORA, 18/02/ 2014