martes, 25 de febrero de 2014

La fe del carbonero

Otro sábado por la mañana frente al ordenador. Se está convirtiendo en un ritual, algo así como una reunión de viejos amigos en la que soy el único invitado. Me refiero al único invitado de carne y hueso. Todos tenemos nuestras tonterías, nuestros monstruos del armario. Mi monstruo del armario tiene cara de Gallardón. Desde que tengo uso de sinrazón, los llamados pro-vida me dan mucho miedo. Pero no quiero desviarme. Esto quiere ser una crónica de sábado por la mañana. Desayuné: café con leche + galletas. Me acompañaron: Diana Krall & Adele. Después finiquité Diez de diciembre, de George Saunders, en traducción de Ben Clark. Como ya dije en Twitter, se trata de un libro radical, divertido, político, trágico, entrañable, cojonudo… Mis dotes de reseñista no dan para mucho más, y más si tengo una crónica pendiente. Antes de sentarme, cotilleé por Facebook. Me gustó esta frase del también poeta y traductor José Luis Piquero (el adverbio hace referencia a Ben Clark): “A mí me encanta discutir, pero contra la fe del carretero no se puede hacer nada”. La fe del carretero. Indago en Google. Claro, la fe del carbonero. Un tal Rodolfo Bueno dice: “El carbonero se persigna al pasar frente a una iglesia; si no lo hace, cree que algo malo va a suceder. ¿Qué? No lo sabe porque siempre lo ha hecho y lo va a seguir haciendo por el resto de su vida”. Siempre lo ha hecho, el resto de su vida… Hay algo triste en todo esto. ¿Acaso me creo diferente o mejor? No, de ahí la tristeza. Menuda manera de acabar esta crónica.

ULTIMA HORA, 25/02/14