Escribo
apresurado. Dispongo de poco tiempo. No estoy en casa. No digo dónde estoy
porque, si lo hiciera, podría traerme consecuencias negativas. Iré al grano.
Ayer terminé de leer Nosotros caminamos en sueños, de Patricio Pron. Esto, como ya habrán adivinado, no va a
ser una reseña. “¡Deja de robar!”, grita alguien unos metros más allá. No, no
debo distraerme. Serán sólo unas líneas. Diré, para empezar, que me ha gustado.
Mientras leía, mi dedo índice se movía instintivamente en busca del botón “me
gusta”. Se dice en la contraportada que
Escribí lo anterior el
jueves. Ahora es sábado. Tuve que abandonar mi posición y, por consiguiente, mi
no-reseña porque corría el peligro de ser descubierto. Ya no hay peligro, pero
lo cierto es que he perdido el hilo y, por si fuera poco, el ímpetu que el
jueves me llevó a escribir el párrafo anterior.
Quería decir algo sobre la
contraportada. Sí, ya recuerdo. En ella se dice que el relato de Pron es
habitado simultáneamente por los espíritus afines de Samuel Beckett, César
Aira, Martin Amis y Fogwill. Bien podría ser, pero en esta enumeración eché en
falta el espíritu del Levrero más cáustico y fantástico. Si tuviera a Pron
delante, le preguntaría si en algún momento pensó en el uruguayo mientras
escribía su novela.
¿Y de qué va la novela? De
la guerra, claro. Que trascurra en Las Malvinas o en unas islas suspendidas en
el espacio resulta irrelevante. Parece decirnos Pron que algo tan absurdo y
humano como la guerra sólo pudiera contarse desde algo tan absurdo y humano
como los sueños. Y en esto entronca con Levrero: en la lírica desquiciada y
cómica de lo onírico. Los personajes de esta novela se mueven por los escenarios
ilógicos e imprevisibles de esos sueños de los que no podemos despertar.
(Debo decir también que
hubo momentos en la novela en que no pude evitar pensar en el famoso sketch de
Gila sobre la guerra).
Dice el novelista en una
nota final: “La irreversibilidad con la que el relato y los objetos avanzaban
hacia el final de la historia repetía mis recuerdos de niño, en los que la
guerra era irreversible y carecía de todo fundamento; cuando terminó, sospeché
que quizá no había existido nunca”. Algo más adelante: “esta novela trata
también acerca de la imbecilidad militar, la cobardía y su parecido con la
sensatez y la guerra, que es realmente, como decimos, una puta mierda , pero
también de la felicidad de convertir el temor y los sueños infantiles en
ficción y sentido”.
Como curiosidad que no
viene mucho al caso, diré que Patricio Pron, uno de mis escritores favoritos más
o menos jóvenes de la actualidad, comparte año de nacimiento con otro de mis escritores
favoritos más o menos jóvenes de la actualidad, Alejandro Zambra.
Ya para terminar, y para
que se hagan una idea de lo que van a encontrarse si se acercan a esta novela,
transcribo tres párrafos de Nosotros
caminamos en sueños:
Este es un ejército moderno que busca la optimización de sus recursos
pero elude cualquier clase de traba burocrática: somos una empresa capitalista
de exterminio masivo que no escapa a la necesidad de optimizar sus recursos como
cualquier otra empresa. Lo que usted tiene que hacer es matar a todas las
personas que encuentre en la guerra sin detenerse en ninguna clase de
consideración de índole moral o ética y sin contemplaciones. (Dicho por el
encargado de la oficina de Afrentas y Cuestiones de Honor).
*
Pero yo, por alguna razón, me sentía feliz: feliz de que no me hubieran
matado aún y de que pudiese disfrutar una vez más de algo que no había pensado
que existiera ya, algo que se parecía a la irresponsable ausencia de proyectos
y a la convicción de que cualquier cosa que hicieras no tenía importancia
porque no había un futuro en el que pudiera proyectar sus consecuencias.
*
Al salir del puesto de comunicaciones se acercó a mí un grupo de
japoneses y estuvo filmándome un rato. Una de las grandes ideas que Morin había
tenido mientras yo velaba junto a O’Brien era la de seducir a potenciales
turistas con el argumento de que se les mostraría la guerra tal como ésta era,
sin ninguna manipulación televisiva; de modo que desde hacía un par de días un
grupo de turistas japoneses deambulaba por nuestras posiciones con sus cámaras
fotográficas y sus filmadoras registrando todo lo que hacíamos.