martes, 20 de mayo de 2014

Tres artículos: + de 140 / Contradicciones. ¿Contradicciones? / Inquilinos en casa

+ de 140

Empiezo estas líneas en pleno Sant Jordi, tras la lectura de un artículo que asegura que ahora se lee menos y peor que antes. Tal vez la felicidad estribe en la no lectura, o en la lectura superficial y fragmentada. Tal vez nada tengan que ver una con otra. Es complejo hablar de la felicidad humana. Mejor volvemos a la lectura. Para comprobar el nivel de atención que la gente pone al leer, haga una prueba. Escriba un mail más o menos largo (hoy en día, un mail de más de mil caracteres se considera largo, probablemente larguísimo) y en la última o penúltima línea inserte una información crucial, chocante o contradictoria con todo lo expuesto con anterioridad. Envíelo y espere sentado. Para entretenerse mientras aguarda respuesta, evite ver un partido del Chelsea o del Barça. Si quiere acabar serrando sus muñecas con un cuchillo, tráguese entero uno del Mallorca. De cada diez receptores del mensaje, sólo uno se percatará del chiste o contradicción. Los nueve restantes no habrán llegado tan lejos. Considerarán un exceso o atrevimiento imperdonables escribir más de ciento cuarenta caracteres. Con mil caracteres tienes para siete tuits. La conectividad e instantaneidad por encima de la privacidad y la demora. Y todo por nuestra felicidad, es decir, por nuestra comodidad. Nunca una revolución se impuso en tan breve lapso y con tanta autoridad. Pero está bien, esto no es una queja. Todos sois mis amigos y yo soy muy feliz. Por no odiar, ya no odio ni el blues, ni siquiera el programa titulado ¡Mira quién baila!

ULTIMA HORA, 29/04/14


Contradicciones. ¿Contradicciones?

Conozco a madridistas acérrimos que odian España y todo lo que huela a españolidad y que preferirían que les arrancaran las uñas antes que cantar eso de “yo soy español, español, español”. Del mismo modo, conozco a barcelonistas exaltados que escuchan el himno español y se cuadran. ¿Contradictorio? Me diréis que una cosa nada tiene que ver con la otra (y tendréis razón), pero el asunto no deja de tener su gracia. A mí, al menos, me la causa. Sigamos. Conozco a dos poetas que comparten inclinaciones ideológicas. Los dos son simpatizantes (o tal vez afiliados, ahora no recuerdo) de Izquierda Unida. Sin embargo, no pueden compartir mesa, ya que se detestan con ferocidad indisimulada. Esta animadversión hunde sus raíces en cuestiones estéticas. ¿Chocante? Alegaréis, con razón, que hablamos de cosas diferentes, pero no puedo evitar sonreír cuando pienso en ello. Sigamos. Conozco a un artista visual obsesionado con la lentitud y la elegancia, con lo espiritual y lo simbólico, cuyas películas favoritas son las de acción desbocada con exceso de efectos especiales. ¿Paradójico? Argüiréis que las fuentes de la inspiración, como los caminos del Señor, son inescrutables, pero no puedo evitar ponerme cachondo con cosas así. Siempre sentí inclinación por lo contradictorio, por lo chocante, por lo paradójico. Yo mismo estoy plagado de contradicciones. Pero no me aflijo. Ya lo decía José Viñals: “Quien se indague a fondo y no descubra jugosas contradicciones, o no se ha indagado a fondo o es miope o no vale la pena que se indague”.

ULTIMA HORA, 06/05/14


Inquilinos en casa

 Desde hace algo más de ocho meses, los peluches de casa vuelven a tener nombre. Hablamos de ellos como podríamos hacerlo de familiares o amigos con los que compartimos piso, inquilinos que no ayudan en las tareas domésticas ni contribuyen con los gastos de mantenimiento pero que, para compensar, llevan una vida silenciosa y ordenada. Bueno, es cierto que a veces los buscamos y no aparecen, ocultos en lugares imprevisibles, como tramando una venganza cuyos motivos imaginamos a la perfección. Sabemos que aprovechan cualquier despiste por nuestra parte para cambiar de sitio. En el último mes, Pato causó baja definitiva, y Cervatillo sigue en paradero desconocido, si bien confiamos en su pronta reinserción a la disciplina familiar. No descartamos que ande de expedición por alguna de las casas de los abuelos de Sofía. Por lo demás, Chavo y Chava, la pareja de labriegos mexicanos, necesitan urgentemente ingresar en algún hospital o taller mecánico; las muestras de afecto de Sofi, esto es, mordiscos indiscriminados en sombrero, pies y cabeza, han afeado algo su aspecto. Rosita, que estaba llamada a asumir un papel protagonista, sigue lamentando la indiferencia absoluta que la niña le demuestra. En cambio, a Perro se le ve muy feliz; le encanta ser zarandeado por la reina de la casa cada vez que ésta despierta en su cuna… Podría seguir, pero creo que ya se hacen cargo de la situación. Aunque lo que de verdad vuelve loca a Sofía son otras cosas, ¿lo imaginan? Efectivamente: mando a distancia, móviles, cables, objetos decorativos delicados… 

ULTIMA HORA, 20/05/14