+ de 140
Empiezo estas líneas en pleno
Sant Jordi, tras la lectura de un artículo que asegura que ahora se lee menos y
peor que antes. Tal vez la felicidad estribe en la no lectura, o en la lectura
superficial y fragmentada. Tal vez nada tengan que ver una con otra. Es complejo
hablar de la felicidad humana. Mejor volvemos a la lectura. Para comprobar el
nivel de atención que la gente pone al leer, haga una prueba. Escriba un mail
más o menos largo (hoy en día, un mail de más de mil caracteres se considera largo,
probablemente larguísimo) y en la última o penúltima línea inserte una
información crucial, chocante o contradictoria con todo lo expuesto con
anterioridad. Envíelo y espere sentado. Para entretenerse mientras aguarda respuesta,
evite ver un partido del Chelsea o del Barça. Si quiere acabar serrando sus
muñecas con un cuchillo, tráguese entero uno del Mallorca. De cada diez
receptores del mensaje, sólo uno se percatará del chiste o contradicción. Los
nueve restantes no habrán llegado tan lejos. Considerarán un exceso o
atrevimiento imperdonables escribir más de ciento cuarenta caracteres. Con mil
caracteres tienes para siete tuits. La conectividad e instantaneidad por encima
de la privacidad y la demora. Y todo por nuestra felicidad, es decir, por
nuestra comodidad. Nunca una revolución se impuso en tan breve lapso y con
tanta autoridad. Pero está bien, esto no es una queja. Todos sois mis amigos y
yo soy muy feliz. Por no odiar, ya no odio ni el blues, ni siquiera el programa
titulado ¡Mira quién baila!
ULTIMA HORA, 29/04/14
Contradicciones. ¿Contradicciones?
Conozco a madridistas acérrimos que
odian España y todo lo que huela a españolidad y que preferirían que les
arrancaran las uñas antes que cantar eso de “yo soy español, español, español”.
Del mismo modo, conozco a barcelonistas exaltados que escuchan el himno español
y se cuadran. ¿Contradictorio? Me diréis que una cosa nada tiene que ver con la
otra (y tendréis razón), pero el asunto no deja de tener su gracia. A mí, al
menos, me la causa. Sigamos. Conozco a dos poetas que comparten inclinaciones
ideológicas. Los dos son simpatizantes (o tal vez afiliados, ahora no recuerdo)
de Izquierda Unida. Sin embargo, no pueden compartir mesa, ya que se detestan
con ferocidad indisimulada. Esta animadversión hunde sus raíces en cuestiones
estéticas. ¿Chocante? Alegaréis, con razón, que hablamos de cosas diferentes,
pero no puedo evitar sonreír cuando pienso en ello. Sigamos. Conozco a un
artista visual obsesionado con la lentitud y la elegancia, con lo espiritual y
lo simbólico, cuyas películas favoritas son las de acción desbocada con exceso
de efectos especiales. ¿Paradójico? Argüiréis que las fuentes de la
inspiración, como los caminos del Señor, son inescrutables, pero no puedo
evitar ponerme cachondo con cosas así. Siempre sentí inclinación por lo
contradictorio, por lo chocante, por lo paradójico. Yo mismo estoy plagado de
contradicciones. Pero no me aflijo. Ya lo decía José Viñals: “Quien se indague
a fondo y no descubra jugosas contradicciones, o no se ha indagado a fondo o es
miope o no vale la pena que se indague”.
ULTIMA HORA, 06/05/14
Inquilinos en casa
ULTIMA HORA, 20/05/14