domingo, 29 de junio de 2014

Barthez o la soledad del escritor

Esta mañana, en la piscina, una vecina se ha acercado para decirme que no sabía que fuera escritor. He estado a punto de contestarle que yo tampoco, pero me he limitado a sonreír y a encogerme de hombros. Acto seguido, me ha explicado que un día, meses atrás, en la peluquería a la que suele ir, se encontró con uno de los artículos que cada martes publico en Última Hora. Ya en casa, tecleó mi nombre en Google y, voilà, ahí estaban mis libros. Lo curioso es que me ha señalado una errata del artículo en cuestión, uno sobre la soledad del portero de fútbol, me ha dicho, o algo así. Enseguida he recordado de qué artículo se trataba. Al subir a casa, lo primero que he hecho ha sido encender el ordenador y buscarlo. Efectivamente, había una errata. Una vez corregida, me he percatado de que no publiqué ese artículo en el blog. Lo hago ahora. Curiosamente, en él se habla de un Mundial de fútbol, el de 2002. 

Barthez o la soledad del escritor:

Pese a ser sábado, pongo el despertador a las ocho. Procuro no hacer ruido al salir de la cama. El silencio de la casa me conduce frente al ordenador. Antes, sin embargo, paro en la cocina para proveerme de la cafeína necesaria. Ya lo dijo Brodsky: ningún siglo podrá arreglárselas sin jazz ni cafeína. Mientras acaricio las teclas, Duke Ellington teclea su piano nueve años antes de que yo naciera, eso sí, el volumen al 3. Estas palabras me sustentan y sustentan a las que quiero y ahora duermen. Pienso en la tan cacareada soledad del escritor. De él se ha dicho que “vive solo, aunque su casa esté tomada por decenas de familiares”. Tal vez Facebook, ese bálsamo de la realidad, modifique las cosas. Las soledades varían con el tiempo. Curiosamente, después de escribir la frase anterior, ha venido a mi mente una fotografía. En ella puede verse a Fabien Barthez, de espaldas, completamente solo. La selección francesa, actual campeona del mundo, ha caído derrotada contra la selección senegalesa, debutante en un Mundial. Nos hallamos en mayo de 2002. Corea y Japón organizan la Copa. Barthez, portero de Francia, tiene los brazos en jarra. No puede verse a nadie a su lado y eso que la fotografía abarca más de la mitad del terreno de juego. Está solo, pese a las miles de personas que a buen seguro aún pueblan las gradas; pese a los millones de espectadores que están celebrando la victoria de este nuevo David. Me parece una metáfora acertada; por lo menos, da el pego. Aquel Mundial lo ganaron los de casi siempre. 

ÚLTIMA HORA, 28 de enero de 2014