miércoles, 06 de agosto de 2014
Disponía de poco tiempo. Me encontraba
frente al Corte Inglés. En un arrebato, vencí mis escrúpulos de esnob lletraferit y me acerqué a la librería
de los grandes almacenes. Iba con el firme propósito de comprar un libro de Andrea
Camilleri (al que nunca he leído). Me apetecía algo de calidad que me
enganchara. Sí, a veces pienso en estos términos. Finalmente, adquirí Aquí y ahora, conjunto de cartas que
intercambiaron Paul Auster y J. M. Coetzee entre los años 2008 y 2011. Apenas
lo he empezado, pero diría que John destila más inteligencia que Paul.
jueves, 07 de agosto de 2014
Ya no estoy tan seguro de lo que escribí
ayer. Me refiero a la frase final con la que concluí mi entrada (esa especie de
chiste beatleliano). Lo que destila
Coetzee es más intelectualidad (que no es sinónimo de inteligencia). Digamos
que el sudafricano busca ser más original (¿más intrincado?). Al margen de los
temas tratados, algo que llama mi atención es la actitud de Auster. Su perfil
conciliador, sus ganas de gustar, de llegar a acuerdos con su amigo, parecen
denotar una asunción por su parte de una especie de superioridad de Coetzee (siempre buscamos
agradar, por diferentes motivos, a los que están por encima de nosotros).
Digamos que adoptan roles diferentes. Coetzee le busca las cosquillas a Auster,
alienta la confrontación, mientras que el estadounidense se centra en poner de
relieve lo que tienen de común sus puntos de vista. En fin, no deja de ser una
impresión. Ni siquiera he alcanzado la mitad del libro, el cual leo como si se
tratara de una novela.
De
nuevo, simultaneo lecturas. Entre carta y carta, leo cuentos de Haroldo Conti.
La idea de este autor me vino por algo que leí en el blog de David Pérez Vega.
Estoy con sus Cuentos completos. En
realidad, sólo he leído los dos primeros. Me gusta su aire onettiano. La
atmosfera se eleva sobre la historia. Muchos de sus párrafos podrían ser
poemas. Tal vez el que transcribo a continuación podría ser ejemplo de lo que
digo: “Recuerdo esos días, recuerdo el aire y la luz de esos días, porque fue
la primera vez que sentí los mismos síntomas que mi padre, esa oscura ansiedad
que me oprimía el pecho. Por primera vez, como mi padre, sentí la alegría y la
tristeza de ser un hombre solitario, y ansié metas distantes y aguardé la
mañana seguro de grandes acontecimientos, y por la noche me estremecí de
imprecisos deseos, percibiendo voces y ruidos remotos suspendidos como esferitas
en la laxitud de las sombras, desplazándose según el viento”.
martes, 12 de agosto de 2014
Floriane ya anda por Marsella. Esta
mañana la acompañé al aeropuerto (...)
Ahora, en mis artículos periodísticos,
trato lo que comúnmente se conoce como “temas de actualidad”. Es algo que no
me llena. Me fuerzo a escribirlos. Me siento frente al ordenador y repaso la
prensa digital. No tengo nada que decir sobre la mayoría de cuestiones. Por
otro lado, no estoy seguro de poder aportar nada valioso… Entonces, ¿por qué lo
hago? ¿Por un tema de visibilidad? ¿Por ponerme a prueba? ¿O se trata, más
bien, de un asunto económico? De momento, omitiré la respuesta y seguiré con
este tipo de artículos, que no publicaré en el blog.
El fin de semana terminé la lectura de Aquí y ahora. Me apetece transcribir el
extracto de una carta de Paul Auster, fechada el 29 de septiembre de 2009. En
ella, el norteamericano habla de poesía.
Vivimos en una época de interminables seminarios de creación literaria, cursos universitarios de escritura (imagínate, licenciarse en escritura), hay más poetas por centímetro cuadrado que nunca, más revistas de poesía, más libros de poemas (el noventa y nueve por ciento de ellos publicados por editoriales pequeñas, microscópicas), competiciones poéticas, poetas de performance, poesía vaquera; y sin embargo, pese a toda esa actividad, poco se ha escrito de importancia. Las apasionadas ideas que alimentaron las innovaciones de los primeros modernistas parecen haberse extinguido. Ya nadie cree que la poesía (o el arte) sea capaz de cambiar el mundo. Nadie tiene que cumplir una misión sagrada. Ahora hay poetas por todas partes, pero solo hablan entre ellos.