viernes, 10 de octubre de 2014
Tras la lectura de Intemperie, de Jesús Carrasco, leí Los últimos, de Juan Carlos Márquez (entretenida, ligera, sin
excesivas pretensiones; tal vez se queda a medias, no llega a ser una parodia
potente ni, por supuesto, una novela sobre futuro distópico que te haga pensar
o te angustie); La balada del café triste,
de Carson McCullers (lo mejor, esos personajes extraños, tan humanos y a la vez
tan salpicados de magia); y El coronel no tiene quien le escriba,
de Gabriel García Márquez (no había leído este clásico publicado en 1961;
vendría a ser la versión realista, tropical, de ese otro clásico, Esperando a Godot, escrita por Samuel
Beckett a finales de los cuarenta del pasado siglo y publicada en 1952
–wikipedia dixit–). Anoche inicié la lectura de Una canción de piedra, de Iaian Banks. Pronto para emitir un
juicio. Debo reconocer que nunca había oído hablar de este autor, por lo visto
bastante conocido. Sacar libros de la biblioteca pública sin idea preconcebida
te depara estas sorpresas.
La mención de la novela breve de García
Márquez me ha hecho concebir un método para combatir el insomnio o el
aburrimiento: pensar en novelas o colecciones de cuentos cuyos títulos sean endecasílabos (acento en sexta o cuarta y octava). El general no tiene quien le escriba, de García Márquez. Un, dos
tres, responda otra vez:
El general no tiene
quien le escriba, de García Márquez
La insoportable
levedad del ser, de M. Kundera.
El libro de la risa y
el olvido, de M. Kundera.
Mañana en la batalla
piensa en mí, de J. Marías.
El hombre que sabía
demasiado, de G.K. Chesterton.
Tonto, muerto,
bastardo e invisible, de J.J. Millás.
El café de la juventud perdida, de P. Modiano (a regañadientes).
Retrato del artista adolescente, de J. Joyce.
Etc.
sábado, 11 de octubre de 2014
Anoche abandoné la lectura de Iaian
Banks (me llegaban a exasperar esos párrafos escritos en una prosa emperifollada,
como de otra época) y esta mañana he iniciado Plan de evasión, de Adolfo Bioy Casares.
David González ha publicado cuatro
poemas míos pertenecientes a Limpieza y
absorción en su blog El lenguaje de los puños. Son detalles que siempre se agradecen. Sirven para recordarte que no eres del todo invisible. El titulado “Solo un polvo
tal vez, mas polvo enamorado” aparece con una errata. El tercer verso dice: que enternece hasta el punto de
olvidar, cuando debería decir: me
enternece hasta el punto de olvidar. Antes, este tipo de cosas me ponían
nervioso; ahora, las asumo como inevitables.