sábado, 11 de octubre de 2014

(...) pensar en novelas o colecciones de cuentos cuyos títulos sean endecasílabos (...)

viernes, 10 de octubre de 2014

Tras la lectura de Intemperie, de Jesús Carrasco, leí Los últimos, de Juan Carlos Márquez (entretenida, ligera, sin excesivas pretensiones; tal vez se queda a medias, no llega a ser una parodia potente ni, por supuesto, una novela sobre futuro distópico que te haga pensar o te angustie); La balada del café triste, de Carson McCullers (lo mejor, esos personajes extraños, tan humanos y a la vez tan salpicados de magia); y El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez (no había leído este clásico publicado en 1961; vendría a ser la versión realista, tropical, de ese otro clásico, Esperando a Godot, escrita por Samuel Beckett a finales de los cuarenta del pasado siglo y publicada en 1952 –wikipedia dixit–). Anoche inicié la lectura de Una canción de piedra, de Iaian Banks. Pronto para emitir un juicio. Debo reconocer que nunca había oído hablar de este autor, por lo visto bastante conocido. Sacar libros de la biblioteca pública sin idea preconcebida te depara estas sorpresas.

La mención de la novela breve de García Márquez me ha hecho concebir un método para combatir el insomnio o el aburrimiento: pensar en novelas o colecciones de cuentos cuyos títulos sean endecasílabos (acento en sexta o cuarta y octava). El general no tiene quien le escriba, de García Márquez. Un, dos tres, responda otra vez:

El general no tiene quien le escriba, de García Márquez
La insoportable levedad del ser, de M. Kundera.
El libro de la risa y el olvido, de M. Kundera.
Mañana en la batalla piensa en mí, de J. Marías.
El hombre que sabía demasiado, de G.K. Chesterton.
Tonto, muerto, bastardo e invisible, de J.J. Millás.
El café de la juventud perdida, de P. Modiano (a regañadientes).
Retrato del artista adolescente, de J. Joyce.
Etc.


sábado, 11 de octubre de 2014

Anoche abandoné la lectura de Iaian Banks (me llegaban a exasperar esos párrafos escritos en una prosa emperifollada, como de otra época) y esta mañana he iniciado Plan de evasión, de Adolfo Bioy Casares. 

David González ha publicado cuatro poemas míos pertenecientes a Limpieza y absorción en su blog El lenguaje de los puños. Son detalles que siempre se agradecen. Sirven para recordarte que no eres del todo invisible. El titulado “Solo un polvo tal vez, mas polvo enamorado” aparece con una errata. El tercer verso dice: que enternece hasta el punto de olvidar, cuando debería decir: me enternece hasta el punto de olvidar. Antes, este tipo de cosas me ponían nervioso; ahora, las asumo como inevitables.