lunes, 10 de noviembre de 2014

Continuación de ideas diversas, de César Aira

"Continuación de ideas diversas" (ediciones Universidad Diego Portales, 2014)

(…) Dentro de mí se realiza un esfuerzo sobrehumano por reunificar las dos iglesias, la de la Poesía y la de la Prosa (…)

*

El modo más común de describir o recomendar novelas consiste en decir “es sobre…”, y a continuación poner el tema o ambiente o personajes: “una familia disfuncional”, “los refugiados de la guerra de Sudán”, “dos jóvenes que buscan su vocación”… Las críticas o reseñas hechas por profesionales no son muy distintas. Si la recomendación es muy enfática, el relato de la temática se extiende y detalla, y eso es todo.
            Pero la literatura es forma. Esas descripciones o recomendaciones no dicen nada sobre el mérito o demérito literario de la novela. Es cierto que la forma, para ser forma, debe serlo de alguna materia, o sea que ésta también existe. Estando ambas, es más fácil hablar de la materia que de la forma.
             El hecho de que sea casi imposible hablar de una novela sin decir en algún momento “es sobre…” debería significar algo sobre el género novela o la “forma novela”. Ese algo puede ser o bien que la forma de la novela sea su materia, o bien que indique el triunfo de la materia sobre la forma, vale decir una derrota de la literatura en su formato más exitoso.

*

El realismo es lo que da la posibilidad de extenderse en el relato y escribir libros de muchas páginas. Qué raro. ¿No debería ser al revés? Porque lo fantástico permite el vuelo de la imaginación, al que los hechos le ponen límites estrictos. (No es que lo fantástico no tenga límites: se los pone el verosímil, que ahí es más implacable que en el realismo). Pero creo que el realismo se extiende más porque admite más descripción, más comentario. Lo fantástico se agota en su formulación, y mucha descripción o comentario o acumulación de detalles lo hace menos creíble.
            Ahora bien: ningún relato es del todo fantástico. Lo fantástico es una desviación de contraste sobre una base inevitablemente realista. Eso produce una alternancia, un ritmo, de extensión y brevedad.

*

(…) Esa película con la pantalla negra del comienzo al fin, esos poemas hechos todos de consonantes elegidas al azar, una novela escrita en signos idiosincráticos indescifrables… Todo eso no llevó a nada, de más está decirlo, lo cual no impide admirar, y hasta exaltarse, con el valiente extremismo de la actitud, sobre todo en vista del enemigo al que apuntaban, que sigue siendo nuestro enemigo: el patetismo, la demagogia, la apropiación comercial del arte. De ahí que me pregunte si no sería posible “traducir” esas actitudes, sin traicionarlas (y hasta radicalizándolas más todavía), al idioma de la vieja literatura que decidió nuestra vocación. Me gustaría pensar que es lo que he venido haciendo yo todos estos años. (No me gustaría en cambio pensar que lo que hice fue simplemente tematizar propuestas vanguardistas).

*

Lo difícil es escribir, no escribir bien. En los talleres literarios se puede aprender a escribir bien, pero no a escribir. Para escribir bien hay recetas, consejos útiles, un aprendizaje. Escribir, en cambio, es una decisión de vida, que se realiza con todos los actos de la vida.