Veintidós
tipos inmersos en la filosofía del “todo vale” para conseguir el objetivo
fijado. Veintidós personas tratando de engañar al juez designado para dirigir
la contienda en que andan sumidos. Veintidós hombres hechos y derechos que
fingen ser golpeados y sentir un dolor brutal que les obliga a dar vueltas sobre
sí mismo y gritar como si el fin del mundo se les echase encima cuando ni
siquiera los han tocado. Veintidós adultos que, a la mínima oportunidad, corren
como niñas de seis años para decirle a la profesora de turno que tal niño les
ha tirado de la coleta o que tal otro les ha arrebatado su juguete. Veintidós
que, en los momentos de más exaltación, no dudan en besar un escudo que no
sienten –y lo malo aquí no es no sentir el escudo, sino besarlo. El deseo de
millones de niños de poder estar, algún día, entre esos veintidós elegidos para
poder repetir esta manera de proceder. Haber sido uno de esos niños. Tomar
conciencia de no ser mejor que esos veintidós.
ULTIMA HORA, 15/09/15