sábado, 26 de diciembre de 2015

Un juego viejo

Me acerco a mi colegio electoral acompañado de mi hija mayor. Vamos en coche. Ella escoge la música, yo conduzco. Voy pensando a quién otorgar mi voto. Sí, soy de esos que, incluso una vez depositada la papeleta en la urna, sigue dudando. Me sustrae de mis cavilaciones mi hija. Quiere saber qué es eso de la nueva y la vieja política, en qué se diferencian. La pregunta me pilla desprevenido. No quiero sonar descreído, pero tampoco ingenuo. “El 68 de la Constitución”, digo. Mi hija menea la cabeza, me da por imposible y se concentra en su móvil. Yo contemplo su perfil y me siento vieja política. Se me ocurre que, de presentarme a las elecciones, no me votaría. Al salir del colegio, paseamos por un parque. Es de noche. Ahora contemplo a mi hija mecerse en un columpio. Ella, algún día, también será vieja política. Deseo, eso sí, que llegue a ser buena vieja política. Al final, la vida no es más que un juego viejo en un viejo mundo.

 
ÚLTIMA HORA, 22/12/15