Estoy
en el baño de juan almohada. A mis compañeros de palacio se les ve erguidos, la
raya del pelo perfectamente trazada, preparados para la revisión; yo, en
cambio, ando reclinado, con evidentes ganas de tumbarme.
Sí,
hoy toca un poquito de autopromoción. Soy consciente de lo poco elegante del
asunto, pero hace tiempo que la literatura transita por caminos bastante
alejados de la elegancia.
Recuerdo
(lo tengo anotado por ahí) algo que dijo Jonathan Franzen en una entrevista: “Me
ofende que digan que soy enemigo de Internet. Lo que he dicho a veces es que
Internet propicia la autopromoción, el trabajo gratuito y otras cosas
perjudiciales para la comunidad a la que pertenezco, la de los lectores y
escritores. Yo, claro, puedo permitirme el lujo de permanecer ajeno a Internet.
Los escritores más jóvenes y aún desconocidos no pueden permitírselo. En
10 años, en EEUU, las tarifas de los escritores freelance han bajado el 50%, y el tiempo dedicado por esos mismos
escritores a la autopromoción ha subido casi el 100%. Es decir, hace falta
estar tuiteando todo el rato y no se cobra por lo que se produce”.
Aclarado
el punto, sigo. Gracias a un amigo, me he enterado de que entre las lecturas de
marzo de juan almohada se encuentra un libro extraño y amarillo titulado Piscinas iluminadas. No me resisto a
copiar y pegar lo que dice de él:
Piscinas iluminadas es el segundo libro que
leo del escritor mallorquín Javier Cánaves, tras Al fin has conseguido que odie el blues, poemario con el que se
alzó con el XVIII Premio de Poesía Hiperión. Y, la verdad, me está gustando
mucho. Voy leyendo esta historia y a cada página que dejo atrás mi cabreo
aumenta. Y es que no entiendo cómo es posible que se hable tan poco de libros
como este (del cual cuesta incluso encontrar una fotografía de su portada con
un mínimo de resolución en Google), y cómo se puede gastar tanta saliva y tanta
tinta y papel en otras obras que son infumables. Para mí, Piscinas iluminadas es un descubrimiento grato, una prueba más de
que se hace buena literatura en este país (y que esta, cada día más, se va
alejando de las grandes e importantes editoriales, que ya no son referencia de
nada, salvo del posturismo y la mediocridad más insultante). Tienes que leerlo.
No
seré yo el que llevé la contraria al Sr. Almohada.
Y
hasta aquí la cita de hoy.
Mañana
no me busquen: estaré de mudanza.