martes, 10 de mayo de 2016

Narrativa. Una educación. 1ª entrega: ‘Pedro Páramo’, de Juan Rulfo


Breve repaso a esos libros que de algún modo nos moldearon. En ocasiones, su influjo resulta obvio; otras veces, en cambio, es del todo indetectable. Pero está ahí, tú sabes que está ahí. No siempre se refleja en tu escritura; a veces lo hace en una actitud, en algo tan escurridizo que se hace complicado ponerle un nombre.

Me gusta pensar que en todo escritor, a golpe de lecturas, se da una acelerada y mutilada, insuficiente a la fuerza, historia de la literatura. Libros que te descubren cosas que ya se sabían, que ya estaban ahí (sobre las que, tal vez, habías oído hablar o habías leído algo), pero que tú las vives en carne propia por primera vez, abriéndote o iluminándote el consiguiente camino. De esto trata esta serie.

Ignoro la continuidad que tendrá. Conociéndome, intuyo que poca.

¿Y por qué empezar por Pedro Páramo? Pues porque quedaba al alcance de mi mano (no tuve que levantarme del escritorio) y porque entronca con lo último que escribí y que de momento permanece inédito.

De Rulfo me viene el gusto por las novelas de atmósfera. Podría decirse que me predispuso a Onetti, uno de los pilares de mi educación literaria.




Basta ya de preámbulos. Dejo aquí el arranque de la novela:

Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. “No dejes de ir a visitarlo –me recomendó–. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte.” Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.
     Todavía antes me había dicho:
     –No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio… El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.
     –Así lo haré, madre.
     Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a Comala.