jueves, 2 de agosto de 2018

DOS SUCESOS (CASI) PARANORMALES

Ayer, una persona a la que conozco algo, me escribió tras haber leído Piscinas iluminadas. «Sí puedo decir», afirmaba tras unas primeras líneas dubitativas, «que me ha gustado mucho, es rica en léxico y en sentimientos, y profunda, y muy inquietante». Aquí, claro, mi sonrisa se estiraba. Pero la cosa no terminaba con esta frase feliz, seguía: «Si la hubiera leído sin conocerte no habría sabido qué pensar. Después de leerla conociéndote, todavía estoy más desconcertada». Fue leer esto y recordar una entrevista que le hicieron a finales de 2011 a Joaquin Phoenix. En un momento dado, el periodista le comentaba al actor que no parecía muy afectado por el hecho de haberse quedado fuera de la disputa por los Oscar, a lo que Phoenix respondía: «El gran objetivo de cualquier actor o cineasta hoy en día parece ser ir a los Oscar. Eso me resulta desconcertante. Quizás porque soy un idealista creo que la mayoría de películas deberían aspirar a tener una vida, encontrar a su público, conquistarlo, desconcertarlo... que tu aspiración máxima sea ganar un premio o vender muchos dvds me parece descorazonador». Encontrar tu propio público, seducirlo, desconcertarlo… y que comparta contigo ese desconcierto, esa inquietud. ¿Se puede pedir más? Sí, claro, ganar premios y vender mucho, ¿no?


Ya por la tarde, me recluí en un bar cerca de la oficina. Un par de horas para comer algo, tomarme una caña y leer con tranquilidad. Acabado el recreo y ya pagado lo consumido, la dueña del local o la que yo pensé la dueña me detuvo para decirme que mi cara le era familiar. Ella no me sonaba de nada, así que me limité a sonreír y encogerme de hombros. Lo sé, soy un tipo muy elocuente. La mujer abandonó la barra, se acercó a una mesita baja en la que había depositados algunos periódicos y agarró uno del montón, un ejemplar del Última Hora. Lo abrió por sus páginas centrales y con el dedo índice señaló la foto que acompaña los articulillos que me publican en este medio. «¿Eres tú?», quiso saber. Asentí. Me sentía algo desconcertado. Por su vehemencia, porque era la primera vez que alguien me reconocía a causa de esa pequeña foto en blanco y negro. «Al principio, por tu forma de vestir, pensé que eras un empleado de banca, de CaixaBank, aquí al lado hay una oficina, pero la cosa no terminaba de cuadrarme. Le estuve dando vueltas hasta que se encendió la luz. ¡El de los artículos!». «El mismo», sonreí. «¿Sabías que conozco a Meneses?». No, no lo sabía. «También escribe en el Última Hora. Una vez, le dedicó una de sus columnas a este bar. ¿La has leído? Está colgada en la pared del fondo». No la había leído. Me dirigí al lugar señalado. Leí la columna y volví a la barra. «Quién sabe, tal vez este encuentro me inspire un articulillo». Es todo lo que se me ocurrió. Ella: «¿Has comido bien?». Yo: «Muy bien». Parecía satisfecha. Yo lo estaba. Me despedí y salí al infierno. Debido al repentino aumento de mi estatura, casi golpeé mi cabeza con el dintel de la puerta.