domingo, 17 de febrero de 2019

El espíritu del tiempo


Un novelista que se precie debe tener olfato para los temas importantes, aquellos que contienen lo que los intelectuales llaman el Zeitgeist. Las últimas semanas han venido cargadas de acontecimientos que un novelista que se precie no debería pasar por alto. Pienso, por ejemplo, en el drama de los taxistas. Que tus dioses de siempre, los que guardaban el panteón de tus esencias, sean desbancados en un abrir y cerrar de ojos por los dioses imberbes de los nuevos tiempos, sin duda debe colocarte en una situación complicada. No tener a quién seguir, en qué creer, puede abocar en una especie del síndrome del abandono, tan perjudicial para el que lo sufre como para el que lo padece. He aquí el conflicto y, como todo el mundo sabe, no hay relato sin conflicto. En literatura —y esto va de contar historias— el punto de partida siempre ha de ser un asunto concreto, por ejemplo, un taxista madrileño con foto de Franco en la guantera. De ahí deberemos llegar a un sentimiento abstracto, como el de abandono o frustración. Es más, de esta situación concreta deberemos llegar al Zeitgeist, el espíritu del tiempo, a esta ola gigante, incontenible, que amenaza con llevarse por delante a todo aquel que no reme a su favor.

ÚLTIMA HORA, 12/02/19