Cómo sustraerse a opinar sobre el
affaire Mejide-Espada. Al ex jurado de OT hay que reconocerle el mérito, al
alcance de muy pocos, de hacernos menos odiosa (al menos, durante un minuto) la
figura del polemista Arcadi. Del espectáculo televisivo (tiene más de
espectáculo que de polémica, a qué engañarnos) podemos extraer algunas
conclusiones. Como, por ejemplo, que nuestra querencia por las hogueras
públicas, precedidas de juicios sumarísimos (tan comunes en las guerras civiles
y las redes sociales), sigue gozando de una fantástica salud. Que, como ya han
apuntado muchos en diferentes foros, el sentimentalismo ha ganado por goleada
al razonamiento sereno, de lo cual nuestros políticos tomaron nota hace tiempo.
El relato sentimental (y, a la fuerza, simple) nos espolea; la argumentación
más allá de los 140 caracteres (o 280) nos aburre. Lo importante es encontrar
un mantra, una buena banda sonora, capaz de movilizarnos. Hay españoles de bien
y españoles de mal, buenos y malos catalanes, etc. Del «me cae mal» colegimos
de manera automática la falta de razón del reo, de ahí que sea del todo lógica
la supresión del derecho de defensa. ¿Para qué perder el tiempo (y la
audiencia) si está claro que es culpable?
ÚLTIMA HORA, 26/02/19