domingo, 24 de enero de 2021

Últimos artículos 2020

 

Manos (15/12/20)

Junto mis manos. Como cuando de niño rezaba. Como cuando con ellas construía un telescopio con el que explorar el cielo. O como cuando hace frío y con tus manos creas un pequeño cuenco y soplas aire caliente en su interior. Contemplo mis manos. Nunca antes las miré tanto, nunca fueron tan sospechosas. Las manos se hicieron para tocar y agarrar, para llevarse los alimentos a la boca. Unas manos escrupulosamente limpias siempre despertaron desconfianza. Alguien que no quiere mancharse las manos, alguien que prefiere que el trabajo sucio lo hagan otros. Las manchas de la edad merecen respeto. Las uñas con tierra son sinónimo de niños jugando al aire libre. Las manos llenas de grasa después de comer o reparar un motor son manos satisfechas, útiles, honradas. Del amor se sale con las manos pringosas. Tocar es peligroso, pero no hacerlo es morir. Es necesario lavarse las manos porque es necesario manchárselas. Amasar, dar forma, hundirlas en la tierra, en el mar. Las manos de las personas que más queremos, ese calor tan necesario. Nunca antes nos lavamos tanto las manos y, sin embargo, nunca fue más fuerte la sensación de que muchos andan con las manos sucias. Y no sucias de grasa, de tierra o de sudor. Hablamos de otro tipo de suciedad, esa que apenas deja rastro.


El enemigo (29/12/20)

Pienso en esas personas que se sentirán desnudas si no salen a la calle con la mascarilla puesta. Hablo de cuando la pesadilla actual haya pasado y podamos volver a hablar de asuntos que no tengan que ver con restricciones de movimientos o recuentos macabros. Hablo de cuando podamos reanudar nuestra vida en las aceras y los locales de las ciudades sobrepobladas. ¿Alguien se ha parado un segundo a pensar en esas personas? ¿Les inventaremos un síndrome? ¿O simplemente los llamaremos prudentes? ¿Sabremos ser comprensivos o nos reiremos de su obsesión o exceso de celo? ¿Llegaremos a ver carteles en las puertas de los bares en los que se prohíba el uso de mascarillas? ¿Cómo actuaremos con esos desconfiados? No faltarán quienes los comparen con esos soldados japoneses que, finalizada la II Guerra Mundial, decidieron no rendirse y deambularon durante años por las colinas filipinas. Años vagando por la espesura de la selva, con el fusil cargado. ¿Acaso no hemos abusado del argot bélico para hablar de cómo actuar frente a la pandemia? ¿Acaso no nos están advirtiendo de que la vacuna no será más que un breve paréntesis mientras esperamos el siguiente ataque? Y a todo esto: ¿sabemos ya la identidad del enemigo?