domingo, 30 de noviembre de 2008

El viejo existencialista




Con motivo de la publicación del ensayo de Vargas Llosa sobre Juan Carlos Onetti, El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti, el peruano copó todas las secciones de cultura de los diferentes medios. Fue en uno de estos, no recuerdo cuál, donde me enteré de que Vargas Llosa se había leído 20 veces el cuento El infierno tan temido, “un relato perfecto” del uruguayo, un relato que “no deja de conmoverme”, aseguraba el autor de Los cachorros. No pude estar más de acuerdo.
Leída la noticia, hice recuento de las veces que me había sumergido en el relato. Sólo dos. O sea, que Vargas Llosa me ganaba de 18, toda una goleada. Decidí reducir distancia y al llegar a casa lo primero que hice fue sacar del estante donde tengo la obra completa de Onetti el volumen titulado Tan triste como ella y otros cuentos, de Lumen. En efecto, el cuento es inapelable, conmovedoramente patético, marca de la casa. Condensa a la perfección el universo (iba a escribir mundo) que Onetti fue creando libro a libro, lucidez tras lucidez. Sin que sirva de precedente (o tal vez sí), me pongo estupendo y lo recomiendo a todo aquel que recale en esta página.
Como me siento en deuda con Onetti (todo escritor o aspirante a serlo estará en deuda con todos los autores que le alumbraron el camino, poniéndoselo más difícil y atractivo a la vez) y a modo de homenaje, traigo aquí algunas de las entradas en mi diario (llevo uno desde 2004) en las que menciono al uruguayo. Doy gracias a Word y al mecanismo “Edición, Buscar”, que tanto me han facilitado la tarea.

_______________

“Leí Los adioses, de Juan Carlos Onetti. Según Muñoz Molina, este libro está “entre la tres o cuatro mejores novelas breves escritas en español”. Quizá exagera, pero lo cierto es que me leí del tirón sus algo más de cien páginas hipnotizado por esa manera de contar del uruguayo.” (26/11/07)

“Estoy leyendo La vida breve, de Onetti. Me parece espectacular. La maestría del uruguayo a la hora de crear un personaje tricéfalo (Brausen, Arce y el doctor Díaz Grey) se me antoja inalcanzable. Sé que no saldré indemne de esta etapa onettiana. Me parece que hay más tensión poética en un solo párrafo de Onetti que en el 90% de la poesía que se hace hoy.” (03/12/07)

“He estado paseando por las calles de Palma, calles que nunca antes había pisado, que me hacían sentir extranjero, adolescente, casi escritor de los realmente buenos. Fue inevitable recordar las últimas páginas de la novela El astillero, de Juan Carlos Onetti. El viejo Larsen paseando por los barrios viejos de Santa María, camino de su derrota final, lúcido y cansado, preguntándose qué habría sido de él de haber paseado por esas mismas calles cinco años atrás. ” (15/04/08)

“Hace un par de horas que se ha ido C. Otra vez solo. Me dedico a ordenar los libros, a releer pasajes de Onetti, el viejo existencialista. El uruguayo es infinito, siempre admite relectura, nunca se acaba ni se apaga. Da en el clavo cuando dice: “No busquen ser originales. El ser distinto es inevitable cuando uno no se preocupa de serlo”. ” (26/10/08)