La verdad es que acabamos yendo a Londres, pero durante algunos días barajamos la posibilidad de acercarnos hasta el País Vasco. El norte de España, salvo un fin de semana en Oviedo y otros tantos días en Santiago de Compostela, se nos presentaba como un auténtico desconocido. En realidad lo sigue siendo. En fin, que los precios de los billetes no nos dieron opción. Ya de vuelta, reinstalados en un día a día tan lluvioso como el del fin de semana de la escapada, me encontré con la noticia que ha motivado estas líneas: existe un mallorquín llamado Javier Cánaves que vive en Guipúzcoa. Lo leí en Noticias de Gipuzkoa, en un artículo costumbrista, sin ningún tipo de interés salvo que seas usuario de taxis en las noches festivas de esta ciudad. El caso es que este otro Javier Cánaves se quejaba de la más que probable subida del precio de los taxis para las noches de los viernes, sábados y vísperas de festivo, si es que finalmente la Comisión de Precios de Euskadi aprobaba la medida. Si alguien tiene interés, siento decepcionarle, pero desconozco cómo se resolvió el asunto. En realidad, el asunto –al menos aquí, en esta página– es la existencia de este otro Javier Cánaves. Reproduzco el párrafo en el que irrumpe mi homónimo. “(...) Sus declaraciones concuerdan con las de Javier Cánaves para el que "subir los precios está fatal". "No vivo muy lejos y tengo que pagar hasta 7 euros por volver a mi casa. El transporte de la ciudad es muy malo y muy caro", opina. Este mallorquín espera la llegada de un taxi a las 3.20 horas y sus amigos Wilson Sousa, Nanda Barbosa, Asier y Luc Leroy lo acompañan resguardados de la lluvia dentro de la marquesina”. Al leer este párrafo, lo primero que hice fue preguntarme si realmente había viajado a Londres. Estuve a punto de llamar a Cony, pero logré contenerme. Ahí estaban las fotografías, en la carpeta LONDON, dic-08. Una prueba irrefutable, tanto o más que la propia memoria. Acto seguido, más calmado, repasé los nombres de los amigos de mi tocayo. Casi lamenté no tener amigos con nombres tan de novela negra. Salvo un poeta ibicenco afincado en Salamanca, los demás se llaman cosas como Pepe, Juan o Guillermo. ¿Y si este Javier Cánaves vivía la vida que yo siempre he querido vivir? Volví a leer el párrafo y se me ocurrió que alguien que se queja tan amargamente por la subida de la tarifa de los taxi probablemente no lleve una vida digna de ser envidiada, aunque puede que me equivoque. En fin, que ya había mordido el anzuelo. Necesitaba saber más de mi paisano. Introduje su nombre, es decir mi nombre, en el Facebook. Nada: tan sólo me encontré a mí mismo. Igual suerte corrí con Google. ¿Y si realmente no existía? ¿Y si aquellos Sousa, Barbosa, Asier y Leroy no eran otra cosa que personajes nacidos de mi imaginación? Nótese el segundo plano que adquieren, resguardados de la lluvia bajo la marquesina, dejando todo el protagonismo de la escena al mallorquín quejica, como si la realidad les diese miedo o no les importara. Además, ¿no existe cierta disfunción en la enumeración de los nombres? ¿No chirría, de algún modo, este Javier Cánaves? En fin, sé que los misterios están para no ser desvelados, pero me saltaré la regla y desde aquí le pido a mi homónimo afincado en Guipúzcoa que contacte conmigo. Tal vez, después de todo, mi destino se halle en el Norte y no en el Sur, como alguna vez canté.
(Para los escépticos o los aburridos, el enlace a la noticia:
http://www.noticiasdegipuzkoa.com/ediciones/2008/11/23/vecinos/donostia-auzoak/d23don28.1348084.php)
(Para los escépticos o los aburridos, el enlace a la noticia:
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