Frédérique Tardif puede mover las manos gracias al veneno de las abejas. Mandó instalar una colmena en su jardín. Se aplica entre 10 y 16 picaduras cada dos días. Siempre que viaja lleva consigo un bote con una veintena de abejas. Según esta francesa residente en Quebec, desde que se instila el veneno, los temblores y la inmovilidad que padece a causa de la esclerosis múltiple se han reducido. El poder curativo del veneno, así reza el titular de la noticia. Precioso endecasílabo. Su música y su mensaje instilan en mí el temblor de un futuro poema. La literatura como veneno capaz de salvarnos. ¿Salvarnos de qué? De nosotros mismos, sospecho. Un modo de pretendida dignidad.